¿Es decente nuestra ayuda al desarrollo?
"Es muy rentable a largo plazo pero sus réditos no se recogen a corto, porque los receptores no votan ni sus resultados lucen de inmediato como las rotondas. Quizás sea esa la razón de una racanería indecente, si se me permite hoy la espinosa palabra."
JUAN MEDINA (Reuters)
Madrid
En una de las esquinas del debate de ayer Mariano Rajoy y Pedro Sánchez hablaron de Ayuda al Desarrollo. El presidente elevó el tiro y defendió un Plan Marshall para África, pero el líder del PSOE le recordó que su gobierno ha recortado un 70% la ayuda a la cooperación, situándola en niveles de 1989, muy lejos del 0,7% que el mundo marca como objetivo y del 0,5% al que se llegó con el anterior gobierno. Hoy está en el 0,14%, en la cola de los países de la OCDE.
La Ayuda al Desarrollo es una exigencia de justicia en un mundo desigual, una especie de tasa que redistribuye la riqueza entre ricos y pobres y permite a estos mejorar la vida de sus ciudadanos, que es lo esencial, pero también evitar caldos de cultivo de fenómenos como la inmigración, el populismo o el fanatismo. Es muy rentable a largo plazo pero sus réditos no se recogen a corto, porque los receptores no votan ni sus resultados lucen de inmediato como las rotondas. Quizás sea esa la razón de una racanería indecente, si se me permite hoy la espinosa palabra.
