Eugenio Montero Ríos
La llamada de la historia: Eugenio Montero Ríos
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Madrid
Fue en 1884 cuando ingresé en el partido de Sagasta. Me uní a ellos porque fui incapaz de formar yo un partido que pudiese competir con ellos. Así que ya saben, si no puedes con el enemigo, únete a él.
No lo hice mal porque empecé de este modo un periplo político que seguramente no hubiera tenido de otra manera: ministro de Fomento, ministro de Gracia y Justicia, presidente de Tribunal Supremo…
Y para no seguir enunciando solamente cargos, puedo decir que fui presidente de la delegación española que negoció el Tratado de París, tras la guerra con los Estados Unidos y que supuso la pérdida de las últimas colonias.
También fui sucesor, provisional, de Sagasta, yo que quería haber formado un partido en su contra. Mi facción era la que estaba más a la izquierda.
- La anécdota de montero ríos
Quizá si les digo que fui presidente del Consejo de Ministros no les suene tan importante como ser presidente del gobierno. Bien, ubíquese en 1905: es lo mismo.
Mis primeras reivindicaciones llegaron con la separación entre Iglesia y Estado, con la ley de registro civil y con el matrimonio civil. La Institución de Libre Enseñanza fue otro de mis principios básicos y fui nombrado rector. Apoyé a Amadeo I, y también firmé un manifiesto republicano.
Mi dimisión como presidente del Consejo de Ministros vino dada por una viñeta. El humor de una revista satírica provocó la ira de los militares por una parte, la negativa de Alfonso XIII a castigar a esos militares, que decidieron no solo enfadarse, sino asaltar la redacción de esta revista, ¡Cu-cut!. Dimití. Era el 1 de diciembre de 1905. Y ahí, acabó mi mandato.
Algunos dicen que nunca dejé de organizar y mandar. Que soy el representante del entramado liberal del caciquismo político durante la Restauración borbónica en España. Se pusieron como locos años después de mi muerte con una estatua en la plaza del Obradoiro, en Santiago.
En Santiago nací, quise morir en Pontevedra, en Lourizán, pero no pudo ser: tuvo que ser Madrid. Lo tenía todo muy pactado, por escrito: nada de honores, nada de invitaciones para el entierro como era habitual entonces, y una carta para Alfonso XIII en la que renunciaba a todos los títulos que me dieron en vida, como el collar de Carlos III o el Toisón de Oro. Se hizo mi voluntad, en contra de la primera reacción del rey que fue no hacer caso.
Mi voluntad era esta para que todo el mundo supiese que mi ambición era limitada: al lugar y al momento. Acepté cargos y condecoraciones porque estaba allí, pero sin más pretensiones. A pesar de tener a mi familia en una supuesta Galicia orquestada por nosotros.
Hay dos tipos de biografías sobre mí: me llaman cacique o bien hombre de Estado. Busquen los datos y suyas son las conclusiones…que dirían ahora…
Adriana Mourelos
En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...