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HÉROE ANÓNIMO

El asilo de España que no llega

El activista saharaui, Hassana Aalia, está acusado por un tribunal militar marroquí a cadena perpetua

Marta del Vado

Madrid

En el Sáhara Occidental, uno se da cuenta rápido de que vive en un país ocupado. De niño empiezas a preguntar por qué no puedes ver a tus abuelos. Ni a tus primos. Preguntas por qué tenemos un idioma diferente. Por qué nunca podemos sentarnos en las primeras filas en la clase. Por qué los profesores nos llaman "saharauis sucios". Luego empiezas oír hablar de campos de refugiados, del "muro de la vergüenza". Uno va creciendo y tiene preguntas, preguntas, preguntas. Y las respuestas, siempre veladas. Y sigues escuchando: detenciones, torturas, desapariciones... Así recuerda Hassana Aalia su infancia en El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental. En 2005, empezó la intifada pacífica saharaui en los territorios ocupados, miles de saharauis empezaron a manifestarse reivindicando su derecho a la autodeterminación. Hassana tenía 17 años y fue entonces cuando entendió que él y su familia formaban parte de todo un pueblo que lleva treinta años viviendo oprimido bajo la ocupación de su vecino del norte. En ese momento vio, por primera vez, la bandera saharaui, que Marruecos prohíbe exhibir, incluso dibujar. Así empezó su activismo. Y con él las detenciones y las torturas. Pero la represión de las autoridades solo alimentaba su lucha por la independencia y la libertad. Hassana sabía que no estaba solo. Cada vez había más saharauis alzando sus voces en los territorios ocupados. La protesta dio lugar a la organización. Los saharauis levantaron una decena de jaimas , pero cada día se unían más y más hasta llegar a 8.000. Levantaron Gdeim Izik, "el campamento de la dignidad", donde vivían según las costumbres saharauis, compartían sus platos típicos, escuchaban al icono de la música Mariem Hassan y bebían su té, de tres en tres, como sigue su tradición. Por primera vez desde la ocupación en 1975, "los saharauis pudieron vivir libremente entre los saharauis", recuerda Hassana. Era octubre de 2010. Gdeim Izik fue importante para los saharauis pero también para otros pueblos, dice el activista, que tomaron esta idea para organizarse y reivindicar sus derechos sociales y políticos. Gdeim Izik presume de ser la semilla de las protestas que derrocaron a dictadores y llenaron plazas, desde Tahrir a la Puerta del Sol. El sueño saharaui en los territorios ocupados duró 28 días. El tiempo que tardó Marruecos en movilizar a ejército, gendarmes, policía y todo tipo de armamento pesado para desmantelar el campamento. Hubo más de una decena de muertos y más de 250 detenidos. Todavía hoy, 24 activistas saharauis cumplen cadena perpetua en cárceles marroquíes acusados de participar en las protestas y enfrentamientos contra la autoridad. Hassana también fue acusado. Estuvo escondido varios meses hasta que la desesperación y la impotencia le hicieron salir, fue a ver a su madre. Ye, en seguida, arrestado y condenado a cuatro meses de cárcel. Tras su salida empezó el periplo español. Viajó al País Vasco y, estando allí, un tribunal militar marroquí ordenó su busca y captura. El juicio militar se realizó en rebeldía y Hassana fue condenado a cadena perpetua. Organizaciones en defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch denunciaron que el juicio era una farsa. Hassana sabía que volver al Sáhara podía costarle la vida y decidió pedir asilo en España. El proceso duró tres años, hasta que en enero de 2015 el Ministerio de Interior le denegó el asilo, reconociendo indirectamente la jurisprudencia del tribunal militar. Inmediatamente el abogado de Hassana presentó un recurso que todavía no se ha resuelto.

Ha pasado un año en el que el activista saharaui vive "atrapado" en España. Sin poder trabajar legalmente, ni estudiar, ni viajar. Pero no se dará por vencido. Hassana no confía en el nuevo gobierno que se pueda configurar tras las elecciones del 20D, "todos los partidos políticos españoles han vendido a los saharauis", recuerda. Si la Audiencia Nacional le deniega el asilo tiene claro que irá hasta el final, hasta el Supremo y el Tribunal Europeo si es necesario. Es su vida lo que está en juego.

 
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