De qué hablamos cuando hablamos de refugiados

Madrid

Una foto movida de refugiados sirios, en blanco y negro, con dos hombres cruzando un bebé en la frontera entre Serbia y Hungría. Una foto de Warren Richardson. Una foto que ningún medio compró y que el autor colgó en Facebook: allí tuvo 29 me gustas. Es bueno que Richardson haya dado esta cifra. En este tiempo da más sensación de orfandad, de soledad, 29 me gustas en Facebook que el hecho de que ningún diario haya comprado tu imagen.

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Hay una presencia infantil imprescindible teniendo en cuenta el enorme depósito de cadáveres de críos que se está produciendo en mar y tierra. Un bebé que cruza países, que se desplaza entre culturas y civilizaciones. Que sobrevive bajo las bombas primero y que huye de la policía después. Dentro de veinte años empezaremos a ver qué generación extraordinaria sobrevivió cuando Europa perseguía y olvidaba su propio pasado. Serán vidas en las que lo más decisivo ocurrió antes de los cinco años, incluido seguir vivo o acabar muerto en una playa. Cuando se viene de unas condiciones tan extremas la vida acaba siendo el resultado de la que se dejó atrás, una cicatriz que lo recorre todo y que quema si la tocas tiempo después. Yo no quiero saber qué hubiera sido de Aylan si estuviese vivo, sino dónde va a estar el bebé anónimo que recorría Europa de brazos en brazos entre alambres de espino, protegiéndose de los que tenían que defenderlo.

Por eso te digo que mí me gusta que el bebé de la foto premiada esté vivo. Hay terror, oscuridad y muchísimo miedo en la fotografia, pero tambien hay esperanza. Aylan es la foto de lo irreversible, por tanto es la foto necesaria para saber de qué hablamos cuando hablamos de niños muertos. Que se debe a la crisis de los refugiados pero en el cuadro no hay un elemento más que lo contextualice: pudo haber muerto de otra manera en el mar. La foto de Richardson, el alambre de espino, la noche, nos enseña mejor de qué hablamos cuando hablamos de refugiados.