Hace 116 años que la ejecución de un hombre dejó de ser un espectáculo público
En los 30 últimos años del siglo XIX había una media de 12 al año. La última se registró en un pueblo de Asturias, en Tineo, en 1899.
Madrid
Cuando Concepción Arenal escribió que los espectadores que miraban como pasatiempo la agonía de un hombre durante su ejecución no eran mejores personas que el condenado, aún faltaban 30 años para que España prohibiera semejantes espectáculos. Y eso ocurrió el 9 de abril de 1900, cuando las cortes aprobaron la ley que puso fin a las ejecuciones públicas.
00:00
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000004083391/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
En los 30 últimos años del siglo XIX había una media de 12 al año. Cuando por fin se salió con la suya Ángel Pulido, que fue el senador liberal que consiguió que a los reos los mataran en la intimidad, muchas ejecuciones ya se hacían en el interior de las prisiones, pero como de vez en cuando instalaban el cadalso en la calle o abrían los patios de las prisiones para que pudiera entrar la gente, aquello se ponía de bote en bote. Hablamos de 15.000 o 20.000 personas.
La última se registró en un pueblo de Asturias, en Tineo, en 1899. Acudió tanta gente de los alrededores y atrajo tanto negocio, que el alcalde tuvo que hacer un bando prohibiendo instalar puestos de comida y bebida en los alrededores del cadalso y en el recorrido del reo.
No les gustó a todos que les robaran el derecho de ver morir al delincuente. Hubo tumultos, porque algunos no se fiaban de que de verdad los ejecutaran dentro de las prisiones, y exigían ver el cadáver. Pero tuvieron que acostumbrarse. Hace 116 años que la ejecución de un hombre dejó de ser un espectáculo público