Hagan los tres el favor de darnos una alegría

Madrid

Se necesita un depósito de optimismo gigantesco, ciclópeo, descomunal, para confiar en un acuerdo de gobierno de la reunión tripartita. Y este Ojo, ay, tan vetusto, ha vivido ya lo suficiente, y más, mucho más, para creer que los olmos nos llenarán de peras. Pero aún así, es siempre recomendable guardar en un rinconcito del cerebro, allá en el fondo, un gramo de esperanza.

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Consideremos pues que tantos malos modos entre unos y otros, preferentemente entre Podemos y Ciudadanos, fea pelea entre pimpollos, no sea más que una burda parafernalia para afrontar la reunión con plumas de fingida autosuficiencia y gestos chulescos de a mí no me asusta usted. Pero piensen los interlocutores en los sufridos ciudadanos, y añadan a sus muchas razones para llegar al acuerdo la última gamberrada del Gobierno de Rajoy, porque no se puede calificar de otra forma la decisión de negarse a comparecer en el Parlamento. Así han evitado, por ejemplo, que el extravagante ministro del Interior que nos ha tocado en suertes, quizá acompañado por su ángel de la guarda, de nombre Marcelo, según nos contó él mismo, informe a los ciudadanos de cómo van las investigaciones sobre el ático marbellí de su correligionario Ignacio González, o cómo es posible que su departamento reparta bazofia tóxica contra sus adversarios políticos entre los obedientes periodistas felpudo.

Sáquennos, por favor, de este charco.