El teatro no solo cuenta las cosas, las cambia
Nos quedan unos días de reparto de culpas, una larguísima y fatigosa, de antemano, campaña electoral y un debate público más pobre, polarizado y sectario
Madrid
El lunes 11 de abril comienza con una realidad no interpretable: Rajoy está en La Moncloa como presidente del gobierno y allí seguirá, como mínimo, hasta después del verano. Ninguna de las muchas urgencias que tiene España se abordará antes de esa fecha si, como ya parece claro, vamos a nuevas elecciones el 26 de junio.
Pepa Bueno
Pepa Bueno
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Nos quedan unos días de reparto de culpas, una larguísima y fatigosa, de antemano, campaña electoral y un debate público más pobre, polarizado y sectario -porque no hay que olvidar que los vetos en todas las direcciones se activaron ya en Navidades-.
Nos queda la incógnita de por qué Podemos entregó un documento con 20 propuestas al final de una reunión en la que aseguran que les dijeron que “no” a todo, (¿para qué entregaron el papel entonces?) y un coro multicolor, y este sí, transversal utilizando todos los sinónimos de la palabra teatro (representación, paripé, comedia, vodevil…) para describir lo ocurrido durante estos tres meses.
Habría que preguntarse qué estaríamos diciendo si Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera hubieran hecho un Rajoy. Si se hubieran quedado en su casa desde el 20 de diciembre cobrando y esperando tranquilamente a que el jefe del Estado les sacara las castañas del fuego, aunque para eso hubiera tenido que bordear peligrosamente sus funciones constitucionales. Ahora dicen en el PP que Rajoy se moverá tras el resultado de la consulta de Podemos a sus bases, y eso será el día 18, a una semana del límite.
Dijo una vez Vittorio Gassman que el teatro no se hace para contar las cosas sino para cambiarlas. Un respeto por tanto para el teatro, que es una cosa muy seria.
