De corruptos y explotadores. Todos modernos, por supuesto

Madrid

Este David Marjaliza nos ha salido todo un fenómeno. Arcas sin fondo y mano larga, muy larga, pareciera que nada se movía en la Comunidad de Madrid sin su rumboso concurso. Leer sus hazañas es como escarbar en el cesto de la ropa sucia o, mejor aún, en el cubo de la basura. Todo repugnante, todo porquería, todo mugre. Veremos finalmente cuánto se prueba para saber con seguridad quién o quiénes fueron sus muchos receptores de tan generosas dádivas.

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Pero dejen que este Ojo, tan vetusto, fije la atención en las declaraciones de Juan Rosell, el presidente de la gran patronal, que nos ha advertido muy seriamente de que el trabajo “fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”. Lástima, también, que el concepto de comer sea aún más antiguo, se pierde en la noche de los tiempos, al igual que el de dormir en una cueva o vestir a los hijos. Pero todavía descontento con la admonición, también nos ha dicho que en el futuro el empleo habrá que “ganárselo todos los días”. O sea, que el jornal que actualmente reciben los trabajadores no es sino un regalo de los sufridos empresarios, que sueltan la mosca a pesar de que sus asalariados pasan las horas de trabajo en una permanente holganza, ahítos de vino y otros licores espirituosos. Antiguallas de aprovechados, dice el moderno Rosell.