Ciencia o negocio

Madrid

Tengo la sensación de que en los últimos tiempos han ganado terreno los que proponen respuestas simples a problemas complejos. Eso pasa, sin ir más lejos, en la política y desde luego la campaña – y el resultado - del referéndum británico, con la victoria del Brexit, me parece un ejemplo de libro. Pero a mi no me gusta nada ese sistema; suelo fiarme poco de las verdades absolutas y me interesa más el terreno de los matices, de las dudas; es más, creo que una labor básica del periodismo consiste en plantear esas dudas y en buscar respuestas para que luego cada uno saque sus propias conclusiones. Hay dos asuntos que se ajustan como un guante a este planteamiento.

Si yo les digo Greenpeace, todo el mundo sabe de qué estamos hablando, ¿verdad? Una organización ecologista que lleva años desarrollando una tarea hercúlea por la defensa del medio ambiente y sin cuyo esfuerzo el planeta estaría peor, con toda probabilidad. Y sin embargo ahora resulta que un centenar de premios nobel le dan un palo de aúpa a greenpeace por oponerse a los alimentos transgénicos, en especial al arroz dorado, al entender que con esa oposición están condenando a la hambruna a millones de personas. Y segundo asunto: el dinero, el dineral, que los laboratorios farmacéuticos pagan desde tiempo inmemorial a los médicos.

Yo siempre he creído que esto chirría, y creo que no soy el único que lo piensa. De hecho, hay médicos que nunca han aceptado ni un euro. Pero ahora resulta que la industria farmacéutica ha decidido apostar por la transparencia y hace públicos todos los datos, que incluyen cuantiosas aportaciones a la investigación. ¿con qué nos quedamos, entonces..? ¿ese dinero puede contaminar el criterio de los facultativos a la hora de tomar decisiones o es una relación en la que ambas partes salen ganando? Pues no lo sé; o no lo sé del todo. Pero también intentaremos averiguarlo. Ventajas de asomarse a la ventana