Construir Europa

Madrid

La Comisión Europea es una de mis instituciones preferidas. Su función oficial es “velar por los intereses generales de la UE proponiendo y comprobando que se cumpla la legislación y aplicando las políticas y el presupuesto de la UE”. Esto me lo sé porque en casa yo tengo un póster de la Comisión; hay muchos que tienen a la selección islandesa en su habitación, y yo tengo un gran recordatorio de mi organismo ejecutivo favorito.

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España ha incumplido su objetivo de déficit. Cerró el ejercicio de 2015 por encima del 5% del PIB, unos 10.000 millones de euros. Por lo tanto, la Comisión, mi Comisión, debe multar a España con 2.000 millones de euros. Y aquí viene la poesía: no le apetece. También la Comisión Juncker, que suena a acorazado Potemkin, tiene corazón. Y flexibilidad. Y sabe hacer política. Es decir: tiene que comprobar que se cumpla la legislación de la UE con suavidad. Y desde que España ha incumplido su compromiso con el déficit (siempre quise tener un compromiso con el déficit), la Comisión Europea se ha puesto a trabajar para no multar a España, para incumplirse a sí misma.

Juegan con las fechas, tratan de buscar socios que la apoyen en su decisión de evitar la multa, tratan de escapar de los ojos de Alemania, que son los ojos del gigantesco Gran Hermano fiscal. De este modo la Comisión Europea consigue hacer realidad aquel sueño particularmente real de Woody Allen, cuando decía que la CIA siempre ganaba porque tenía a unos en un bando y a otros en otro. La Comisión dedica parte de sus esfuerzos a hacer que los países cumplan la ley, y el resto a evitar que les pase nada. Se llama construir Europa, y nos gusta que sea a nuestra imagen y semejanza.