Morral, señorito asesino
Hemos cumplido 110 años del intento de asesinato del rey Alfonso XIII por parte de Mateo Morral, un siniestro y contradictorio personaje vinculado a la burguesía y al anarquismo. El criminólogo Francisco Pérez Abellán nos habla de la historia oculta de este suceso. Nos visita el periodista Óscar Herradón quien acaba de publicar el libro Espías de Hitler (Luciérnaga 2016). También tendremos entre nosotros a Alfredo Tiemblo, historiador, que nos viene a hablar del mundo de la muerte y sus creencias en el cristianismo primitivo
Madrid
Los escritores modernistas como Pío Baroja y Ramón María del Valle Inclán hicieron un héroe romántico de Mateo Morral Roca, 26 años, el autor de la bomba envuelta en un ramo de flores que fue arrojada en Madrid el día de la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, el 31 de mayo de 1906, desde el balcón del 4ºD del número 88 de la calle Mayor. Hoy, 110 años después, una profunda investigación dirigida por el Prof. Dr. Francisco Pérez Abellán demuestra que Morral no era un héroe sino un asesino de masas incapaz de matar al rey pero sí a 23 personas en el acto y herir a otras 108 de gravedad.
El presunto anarquista eran en realidad un señorito de Sabadell, hijo de una poderosa familia textil, amante del lujo, que usaba ropa con sus iniciales bordadas en camisas, pañuelos y ropa interior, que utilizó para transportar la bomba una maleta de cuero inglés, muy cara, que portaba un neceser con finezas como tenacillas para hacerse el bigote. Aunque luego se disfrazaría con atuendo azulón de obrero para huir.
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Morral, de 26 años, llegó a Madrid con ropas caras, botas de cuero color avellana, equipaje de potentado y pagó, primero en el hotel Iberia de la calle Arenal y luego en la casa de huéspedes, con sendos billetes de 500 pesetas, los "ben laden" de entonces. En el momento de arrojar la bomba llevaba puesto un suspensorio para sujetar la orquitis que padecía debido a una blenorragia o purgaciones contraídas unos días antes, lo que echa por tierra la falsedad de que era un ferviente neo-malthusiano en contra de la procreación para que la sociedad no dispusiera de soldados, obreros ni esclavos. En realidad Morral era un fervoroso partidario del sexo sucio, tanto como de las iniciales bordadas en escarlata, los puños y cuellos duros y los sombreros frégoli o panamá. En su falsa leyenda se afirma que quiso matar al rey para hacerse valer ante su enamorada, la señorita Soledad Villafranca, pero esta mentira histórica no tiene ni un pase porque la Villafranca era la pareja de Francisco Ferrer Guardia, su empleador, implicado en el regicidio frustrado y más tarde fusilado en la "semana trágica" de Barcelona.
En el momento de la bomba, el presidente del gobierno era el masón Segismundo Moret y el ministro de Gobernación encargado de la seguridad no solo del rey y la reina, sino del pueblo de Madrid y los invitados de todo el mundo, entre los que figuraban todas las casas reales, incluido el maharajá de Kanpurtala al que Valle Inclán casaría con la bailarina Anita Delgado, era Alvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, que no solo fue incapaz de prevenir el ataque sino que en el momento mismo de ser arrojada la bomba se había echado a dormir la siesta.
Uno de los hallazgos más sorprendentes de la investigación del doctor Pérez Abellán es que Morral desaparece después de tirar la bomba y su cadáver es encontrado en la finca Soto de Aldovea que figura siempre con el nombre alterado o directamente trabucado en los papeles oficiales, dándose por buena la versión que está llena de falsedades: la finca está en San Fernando de Henares y no en Torrejón, Mateo Morral no se suicidó, contrariamente a como cuentan los libros de historia, sino que fue a su vez asesinado, y el lugar en el que apareció, la finca Soto de Aldovea, después de que el conde de Romanones hubiera ofrecido 25.000 pesetas de su propio bolsillo a cualquiera que pudiera dar pista de su paradero, era propiedad precisamente de la familia Romanones, es decir del propio ministro de Gobernación, aspecto que el célebre político se olvida de consignar en sus memorias "Notas de una vida" en la que solo dice que fue hallado en una finca "cercana a Madrid", como si no le fuera conocida.
Las pruebas de laboratorio de balística y el análisis médico legal han permitido demostrar que Mateo Morral no murió como cuenta el sumario y además que esa forma de muerte habría sido imposible. Su cadáver presenta signos de haberse resistido a morir, haber sido golpeado y atado, y finalmente, disparado en el pecho, en la parte esternal derecha, con un agujero de centímetro y medio (15 mm) procedente de un arma larga, probablemente con munición de la hoy llamada 40/40 percutida por un rifle Winchester, como los de la conquista del Oeste, que entonces eran de dotación oficial.
El reconocimiento médico en Torrejón de Ardoz revela mayor cantidad de lesiones en el cadáver de Morral que la autopsia oficial, en Madrid, que se atribuye falsamente a importantes doctores que no estuvieron en ella. Los restos de Morral sufren "el síndrome de las heridas menguantes" según se acercan a la capital. Y además suceden otros fenómenos escalofriantes: en Torrejón, según el médico, el cadáver llevaba puesto unos calzoncillos grises a rayas y en Madrid, según la autopsia, los han cambiado por otros a cuadros de color blaugrana.
Baroja, Valle y otros modernistas dieron pábulo al mito que ha permitido la exaltación de Morral haciendo bandera de un asesino a sueldo por lo que en Internet incluso puede encontrarse una tienda bautizada con la macabra broma: "Floristería Mateo Morral: dígaselo con flores". Y escritorzuelos sectarios mencionan al padre Mariana para justificar la exoneración por tiranicidio, cuando Alfonso XIII acababa de cumplir veinte años y nadie podía juzgar todavía su reinado. Los datos que el sumario arroja, con todos sus defectos, y a pesar del hecho de que nadie lo ha revisado en los últimos cien años, permite concluir que Morral formaba parte de una banda que le acompañó desde Sabadell, que intentó primero pagar para que entregaran el ramo de flores con la bomba en Los Jerónimos, la iglesia del casorio, y que luego sacó a Morral del tapón de heridos y muertos de la calle Mayor para cerrarle definitivamente la boca de un tiro al servicio del complot. Mientras, casi todas las referencias consultadas ocultan la brutal cifra de muertos y heridos del atentado, siendo la mayoría mujeres, niños y ancianos, mientras se enaltece el nombre del fracasado Morral permitiendo el nacimiento de nuevos grupos que ponen bombas en su nombre. Son los peligros de ignorar la historia.