SATÁN SUPERSTAR
¿Quién mola más, Darth Vader o Luke Skywalker? Si hiciéramos una encuesta a nadie le extrañaría el resultado de que es mucho más fascinante y atractivo el padre que el hijo (perdón por el spoiler, por si aún queda alguna alma cándida en el mundo). El villano por encima del héroe
Madrid
¿Nos atreveríamos a aplicar esta teoría a la Biblia, al catolicismo? Casi mejor que no, no sea que el resultado de la encuesta sea, al menos, "inquietante", pero esta comparación "galáctica" nos sirve al menos para "enfrentarnos" a una verdad universal: el Diablo, Satán, Belcebú… nos fascina. No lo podemos negar.
Es cierto que el Ying no tendría razón de ser sin el Yang. El blanco sin el negro. El Barça sin el Madrid. El… Dios sin Satán. Son dos conceptos tan tan tan contrapuestos… que se complementan. El uno no sería tan bueno si el otro no fuera tan malo. El maniqueísmo histórico de la religión, al igual que en la sociedad y en la historia, no es más que un instrumento de control, una herramienta de control de las masas, una figura de intimidación, de imposición, de engañifa de "si no te portas bien, vendrá el hombre del saco (el Demonio) y te llevará".
La figura de Satán ha sido estudiada hasta la saciedad por historiadores, teólogos, sociólogos, hasta científicos, cuando en realidad es un concepto muy simple, la pimienta que siempre realza un buen guiso, la línea torcida que hace más rectas al resto de líneas. En cada lugar, en cada período histórico, en cada religión representado con una iconografía particular, con imágenes propias, pero siempre inquietantes, siempre amenazadoras. Una buena forma para los poderosos, para los totalitarios, de que una figura inmaterial les haga el "trabajo sucio" de "educar" al pueblo en el temor a las consecuencias si no se siguen sus designios.
Desde el ser más rojo que un inglés en Denia, con cuernecitos, colmillos draculianos y larga cola hasta el gran macho cabrío que nos inquieta desde las pinturas negras de Goya, la figura de Satán es notable en el arte, la literatura y la imaginería popular desde que existe su opuesto. Una obra maestra del séptimo arte como "La semilla del Diablo" nos sigue provocando escalofríos casi medio siglo después de su estreno. O qué decir de "El exorcista" o "La profecía", llevando el terror al Maligno al paroxismo de que nos llegue en forma de niño, a través de nuestros propios hijos.
Sí, Satán es malo, muy malo, pero no deja de atraernos, de seducirnos, de aterrorizarnos pero de volver siempre a él, a sus símbolos, a su mensaje… a su "religión". ¿Nos fascinaría tanto la obra del Bosco si pintara princesitas y unicornios? La respuesta es correcta. Nos atrae el Lado Oscuro (volviendo a galaxias muy lejanas), y el "habitante" del sótano de nuestros terrores íntimos al que estamos más acostumbrados es ese ángel caído, ese rebelde que osó desafiar al señor, ese del triángulo y el ojo que descansa uno de cada siete días. Y seguirá atrayéndonos por los siglos de los siglos. Amén.