La ley del botellón
Prevenir y combatir el consumo excesivo de alcohol entre los jóvenes es una tarea global
Madrid
Yo no sé si algunos problemas se enredan tanto que ya resulta imposible solucionarlos; tampoco sé si la velocidad a la que discurre todo impide profundizar en nada. Pero sí sé que somos más de rasgarnos las vestiduras que de actuar con eficacia.
Hace apenas un mes, la muerte de una niña de 12 años tras una descomunal borrachera en el municipio madrileño de San Martín de la Vega generó un intenso debate sobre el consumo de alcohol entre los menores de edad. Quien no supiera entonces –o no hubiera querido saber- que centenares, miles de jóvenes -sean o no menores de edad- se entregan al noble arte del botellón, y que unos cuantos acaban en el hospital con un coma etílico, pues ya no tenía excusa. Pero lo malo es que eso sigue ocurriendo; este fin de semana, por ejemplo, los médicos han tenido que salvar la vida a una chica de 13 años, en Leganés, que se había desmayado en pleno desmadre alcohólico.
Más información
Pero peor aún ha sido enterarnos de que los jueces están rechazando por sistema los miles de multas que se imponen en Madrid por consumo de alcohol en la calle, con el argumento de que faltan pruebas. Entonces, si esto es así, si las leyes que tenemos no sirven para perseguir ni penalizar estas prácticas, ¿cómo las vamos a evitar?
En fin, ya sé que la parte punitiva, la sancionadora, no es la más importante en todo este asunto; lo básico es la educación: ya lo sé, estoy de acuerdo. Pero, mientras nos educamos todos, ¿qué hacemos entre tanto con los infractores? Porque prevenir y combatir el consumo excesivo de alcohol entre los jóvenes es una tarea global, con muchas patas. Y si falla alguna de esas patas, se nos puede hundir la mesa.
