Dinero y piedad
El dinero puede tener aplicaciones distintas a la especulación, al puro negocio, al beneficio infinito…claro que eso no depende del dinero en sí, sino de las personas que lo gestionan
La opinión de Francino (02/12/2016) - Dinero y piedad
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Madrid
A estas alturas de la vida les supongo informados del equipo que está formando Donald Trump para cuando asuma la presidencia de Estados Unidos. El último nombramiento, el de secretario de defensa, ha recaído en un general conocido por los apodos de perro rabioso y monje guerrero, lo cual nos sugiere una especie de Chuck Norris con galones; pero más llamativos son aún los perfiles de los nuevos secretarios de comercio y el tesoro. Millonarios ambos, uno se hizo rico buscando chollos de empresas en crisis para revenderlas después, y el otro comprando hipotecas basura para echar a los propietarios cuando ya no podían pagar y hacer negocio con sus casas.
Son dos ejemplos de manual del capitalismo más bestia, más descarnado y que más cadáveres deja en la cuneta. Y sin embargo, el uso –y las consecuencias- del dinero no tienen que ser siempre esas, ni muchísimo menos. Ayer lo decía yo mismo en La Ventana cuando hablábamos de la brecha robótica, o de la brecha digital: “Ni los avances tecnológicos ni la acumulación de dinero deberían llevarse hasta el infinito sin tener en cuenta a las personas”.
Bueno, pues eso es posible. Hoy en La Ventana vamos a conocer con detalle un modelo económico –económico y social- que surgió en el siglo XV, que luego derivó en las cajas de ahorro pero que tiene perfil propio. Me refiero a los montes de piedad; hoy les hablamos desde la casa de las alhajas, de la fundación Montemadrid, donde mañana se conmemoran sus 314 años de historia. Es el monte de piedad más potente que sigue funcionando en Europa, ayer se celebró una subasta de joyas de la que luego hablaremos…
Pero lo que más nos interesa es eso que les decía: demostrar que el dinero puede tener aplicaciones distintas a la especulación, al puro negocio, al beneficio infinito…claro que eso no depende del dinero en sí, sino de las personas que lo gestionan. Resumiendo: que el día que en Estados Unidos se ha confirmado que la economía queda en manos –más de lo que ya estaba- de los tiburones de Wall Street, nos hace ilusión agarrarnos una idea distinta, muy distinta. Al final, el factor humano es lo que decide.