Ni el más pequeño paso

Madrid

El portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, Aitor Esteban, dijo ayer que dudaba de que en esta legislatura se produzca el “clima adecuado” para llevar a cabo una reforma de la Constitución. No es fácil, desde luego, que se produzca ese clima a corto o medio plazo y sin embargo la gran mayoría de los grupos parlamentarios coinciden en que sería necesario abrir esa negociación, especialmente en el capítulo de la organización territorial del Estado y del reparto de competencias.

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La reforma de la Constitución es solo una herramienta, la de más peso, eso sí, para solucionar problemas políticos que no encuentran otra forma de encauzarse. Y no es posible pensar en reformar el texto de 1978 sin plantear el problema territorial alimentado por los partidos nacionalistas y soberanistas. Es verdad que bastaría que tres quintos de las dos Cámaras estuvieran de acuerdo, para poder llevar adelante un cambio constitucional de índole federal. Es decir que bastaría, casi, que el Partido Popular y el PSOE llegaran, ellos dos, a un acuerdo para que el camino estuviera prácticamente despejado. Pero ese cálculo es una pura ensoñación.

Primero, porque Pablo Iglesias tiene razón cuando afirma que su grupo tiene suficiente fuerza parlamentaria como para obligar a que cualquier reforma, grande o pequeña, se someta a referéndum. Y segundo, y más importante aún, porque no tiene el menor sentido una reforma constitucional que responda solo a esos dos partidos, PP y PSOE, porque PP y PSOE, según los datos de las últimas elecciones, no representan especialmente bien al electorado menor de 35 años y sería absurdo dejar fuera del texto constitucional, precisamente, a las generaciones más jóvenes. Así que habría que hablar mucho antes siquiera de dar el más pequeño paso.