Y no hace falta que vuelva
Seguro que A Aznar no le apetecía acudir al congreso de febrero de su partido, donde hoy brindarán muchos con aquello de tanta paz lleves como descanso dejas, mientras que otros miles de fieles llorarán su orfandad
Madrid
Ha decidido José María Aznar dejar la presidencia de honor del Partido Popular, distinción que lucía desde el año 2004, tiempos aquellos en los que dejó La Moncloa tras casar groseramente a su hija en el monasterio de El Escorial, meter a España en la guerra de Irak y mentir a todos los ciudadanos sobre los salvajes atentados del 11-M.
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Hizo más cosas, claro, como una Ley del suelo que propició el desmadre posterior de la construcción o servir de introductor en el partido al gran Francisco Correa, comisiones por aquí y por allá.
Ha llevado su presidencia de honor con la misma altanería con la que se ha movido en toda su vida pública, alzado sobre su ego para intentar sobrepasar a los suyos tanto como a sus opositores.
Durante estos años ha compaginado el cargo honorífico con ridículas broncas, Cataluña ha sido la última, a su sucesor, nombrado por su dedazo, por cierto, al tiempo que ha desarrollado una notable afición por acumular unos cuantos milloncillos, que la pureza ideológica se defiende mucho mejor con la cartera llena.
Seguro que no le apetecía acudir al congreso de febrero de su partido, donde hoy brindarán muchos con aquello de tanta paz lleves como descanso dejas, mientras que otros miles de fieles llorarán su orfandad.
Se entiende. Quedarse con Mariano Rajoy como único líder tiene lo suyo.
