La extranjera
Siempre ha sentido que tenía algo que demostrar: a su padre, el que podría dedicarse a lo que quisieran, aunque fuera mujer
Historias a media mañana con Espido Freire (29/12/2016) - La extranjera
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Madrid
Siempre ha trabajado mucho, un cerco rojizo en torno a las pestañas mientras estudiaba por las noches, ojeras ahora, que está recién casada. Siempre ha sentido que tenía algo que demostrar: a su padre, el que podría dedicarse a lo que quisieran, aunque fuera mujer. A su nuevo país, que no será una carga, sino un valor. A su marido, que su compromiso con el proyecto que han iniciado juntos le importa tanto como su matrimonio.
Trabajan codo con codo todos los días. Se ha convertido en un baile conjunto. Si él mueve una mano ella, de manera intuitiva, le da lo que necesita. Si ella comprueba un dato él lo confirma a su vez, para hacerle los cálculos más fáciles. Son jóvenes, se quieren y sienten que tienen toda la vida por delante, que la inteligencia les acompaña, que podrán lograr todo lo que desean. Ya llegarán los hijos. De momento, todo el tiempo se lo chupa su absorbente proyecto. Por las noches charlan y fantasean. Les cuesta desconectar del trabajo. Les duelen los huesos, sienten agudos dolores de cabeza detrás de los nervios ocultares.
-Todo va bien, lento pero bien. Algún día, -dice su marido, mientras la mira, fascinado- todos reconocerán tu talento. ¿Quién sabe? Podríamos ganar el Nobel.
Ella le mira con los ojos brillantes.
-Claro. El comité del Premio Nobel es conocido por su sensibilidad para con las mujeres… Ay, Pierre.
Los vecinos, que los ven trabajar incansablemente, mientras inspeccionan piedras en ese laboratorio que parece más bien una cochera, piensan que son agradables. Pero tan tímidos, los Curie…