Arrinconados

Madrid

Los pesimistas se estremecen ante los riesgos derivados de la presidencia de Donald Trump, mientras los optimistas se tranquilizan porque recuerdan que los Estados Unidos no son una empresa gobernada como quiere su patrón sino una democracia con muchos contrapesos.

Pero, mientras nos inquietamos por lo que pueda hacer Trump o Putin y por los muchos otros asuntos al rojo vivo que se amontonan en el mundo, no nos damos cuenta de los sapos que ya hemos tragado, de las posiciones que ya hemos perdido y que seguimos perdiendo mientras somos empujados, escala social abajo, sin posibilidades de reacción.

Recuerden, hace unos años, los mileuristas eran los parias; hoy, mileurismo es un término aspiracional. Dentro de poco el precariado será una cima. No se espera ni siquiera en sueños con recuperar derechos perdidos. Y en la política, lo mismo.

Miremos a Europa: la amenaza de la ultraderecha nos chantajea. Se nos dice que la mejor baza contra la extrema derecha es la derecha extrema. Fillon es la esperanza frente a Marine Le Pen. El neoliberalismo más radical se presenta como el gran paladín democrático. También en España, a otra escala: el temor a Podemos ha apuntado al Partido Popular. Miramos a Trump y nos asusta lo que pueda pasar, pero mientras no nos damos cuenta de lo que ya nos está pasando.