Fernández de Mesa, el hombre de la alta tensión

Madrid

Hace unos meses Arsenio Fernández de Mesa fue noticia porque, tras dejar la dirección general de la Guardia Civil, ‘eldiario’ publicó un cuadro suyo en el que aparecía como un militar del siglo XIX, con chaqué, una banda de Miss España, hermosos guantes blancos, bastón de mando y la solapa llena de condecoraciones y medallas. En ese cuadro hasta sus ojos parecen más verdes. Casi se le va la mano al pintor, que fue condecorado por la Guardia Civil, y nos dibuja a Brad Pitt en lugar de a Arsenio Fernández de Mesa.

Podría ser el cuadro de Dorian Gray, pero es imposible que a un cuadro le vaya mejor en la vida que a Fernández de Mesa. Aunque es verdad que quizás se trate de un cuadro premonitorio, pues la pose y el cargamento de medallas es más propio de la entrada como consejero de una eléctrica que de la despedida de la Guardia Civil. En cualquier caso es un cuadro que resume perfectamente la carrera por las administraciones de Fernández de Mesa, que la única vez que pisó suelo fue en su Ferrol natal y casi mejor que allí hubiera tenido cargo oficial. El hombre del Gobierno en el Prestige, el hombre del Gobierno en la Guardia Civil, ahora el hombre de la alta tensión.

A Arsenio Fernández de Mesa el Prestige lo hizo mainstream y la fama nos lo arrebató. Nunca volvió a ser el de antes, sino mucho más antiguo. Ese cuadro en el que parece el duque de Alba al volver de Flandes lo demuestra. Pero esta noticia es necesaria para entender el funcionamiento sistemático de quienes tienen que desocupar un cargo público. Siempre terminan en otro cargo, normalmente consejería, que nunca es del todo privada. Como si la transición de un mundo a otro, del público al privado, fuese demasiado violenta. Como si después de tantos años de ir a dedo a todos los sitios, compaginando conocimientos de medio ambiente y seguridad nacional, uno termine sabiendo de electricidad lo suficiente como para sentarse en un Consejo pero no lo bastante para que no lo tengan que colocar.