Menos fiestas

Madrid

Uno de los personajes que refleja de manera más espectacular la etapa loca de las entidades financieras estadounidenses y europeas fue un suizo llamado Josef Ackermann, que presidió el Deutsche Bank durante diez años. Durante todo ese tiempo, fue considerado un verdadero genio, gracias a su enorme insolencia en el manejo de todo tipo de artilugios financieros, que le permitía doblar las ganancias de su banco y cobrar, él, un sueldo de diez millones de euros al año.

Cuando no tuvo más remedio que dimitir, en 2012, porque ya se le veían las costuras, sus colegas, los grandes banqueros europeos, españoles incluidos, le dieron una despedida de ensueño en su castillo danés, con gran soprano americana amenizando la cena. El caballero suizo terminó como presidente del Banco de Chipre, un puesto se diría que menor, pero al que llegó por iniciativa del principal accionista de ese banco, un gran amigo suyo, otro caballero digno de atención, gran inversionista, que se llama Wilbur Ross y que se da la circunstancia de que acaba de ser nombrado secretario de Comercio en el gobierno de Donald Trump.

¿Y a qué viene todo esto a cuento? Reconocerán que aquella fiesta del castillo tuvo su punto. Pero de lo que se trata ahora no es fiestas, sino de contar que el Deutsche Bank, al que tanta gloria dio Josef Ackermann, acaba de publicar páginas y páginas enteras de publicidad en los principales diarios de Alemania pidiendo perdón, perdón a sus accionistas y a sus clientes por haber cometido “errores muy graves” que le han costado una millonada de dinero en litigios. Veremos qué pasa ahora. Quizás Wilbur Ross y sus amigos ya no les resulten tan geniales.