Cuidar lo frágil

Pontevedra

El director general de Tráfico ha dicho que no puede ser que la gente que sale en bici no vuelva a su casa, que salga de su casa con miedo. La frase tiene una formulación extraña porque no existe la siniestralidad cero: aunque se aumente el castigo a los conductores, se van a seguir produciendo accidentes. En las carreteras se muere. Mueren peatones, ciclistas, conductores, motoristas. Porque es un espacio de máximo riesgo y porque es imposible garantizar la seguridad absoluta: no se puede decir "aspiramos a la estadística cero" porque eso no existe; es pedirle a millones de personas que salgan en coche y no cometan un error. En el momento en que uno se sube a un coche sabe que lo está haciendo a uno de los mejores inventos de la humanidad y también a la máquina que más muertos causa en sociedades pacíficas. Dicho lo cual, los ciclistas son un caso de especial gravedad. Porque conviven en el mismo hábitat que coches que se desplazan al triple de velocidad y tienen carrocería.

La pregunta es qué protección efectiva puede darle el Estado. Sólo una y a posteriori: aumentar el castigo. Penas disuasorias que tienen poco alcance por una razón: cuando alguien coge el coche no está pensando en que puede atropellar a nadie. Y si lo coge borracho o drogado, como la chica de Valencia, no piensa ni que la vayan a parar ni que vaya a matar a tres personas; probablemente no piense en nada.

Lo que quiero decir es que el Estado tiene mucho que decir en la concienciación, pero la responsabilidad es individual. Por eso uno debe saber a qué se está subiendo cuando se sube a un coche. Y las precauciones cuando ves a un ciclista fuera deben de ser las mismas que cuando llevas a un niño dentro: primero porque no se pone en riesgo lo que tú mismo nunca pondrías, y después porque en la carretera y en la vida se cuida lo frágil, se protege lo débil.