A salvo

Usamos tanto la palabra héroe que existían sospechas de que cuando apareciese uno, nadie pudiese reconocerlo. Pero el héroe clásico sigue siendo el mismo hoy que hace siglos, expuesto a los mismos riesgos y exactamente con la misma misión: hacer presente la civilización en un lugar del que desaparece. En el momento en que todos se ponen a salvo, uno que se levante por todos. Entre el instinto de supervivencia, el instinto de protección de prójimo. Que se da a veces sin pensar.

Hace años un chico, Matt MacQuinn, estaba en un cine de Denver viendo una película con su novia cuando apareció un terrorista y empezó a disparar a todo el mundo. Y este chico en cuanto escuchó las balas se echó encima de su pareja. Yo no sé si tuvo tiempo para pensar, si hizo lo primero que se le pasó por la cabeza. En situaciones de shock uno a veces reacciona de una forma desconocida, y eso le hace mejor persona, y a menudo le convierte en una persona muerte. A veces somos más nobles cuando no pensamos.

El caso de Echeverría no es el mismo: no interpuso su cuerpo entre el asesino y la víctima sino que atacó al asesino. No estaba pensando en morir por nadie. Pasó a la hora equivocada por el lugar equivocado. Pudo tardar o adelantarse diez minutos. A veces la vida te pone en estas situaciones. A veces la vida hace que seas el único pasajero de tu vagón de metro cuando dos skins le están pegando una paliza a un inmigrante; a veces la vida no te deja ninguna otra salida digna que no sea levantarte y dirigirte con los puños cerrados a un derrota segura. El valor de Ignacio Echeverría es que tenía salida. En tu lista de deberes civiles no está enfrentarte al ISIS. Lo normal es ponerse a salvo. Pero si todos fuésemos normales el mundo sería peor. Hay más salidas que ponerse a salvo: una de ellas es querer poner antes a salvo a los demás.