Un espectáculo triste y vergonzoso

Triste y avergonzado se confesaba ayer Carles Francino, y Àngels Barceló reforzaba ese sentimiento: también yo estoy triste y avergonzada, le decía a Francino. Ambos, como ustedes saben, son catalanes sin fisuras, de los que llevan su tierra en el corazón y a la que nunca han renunciado. Faltaría más.

Permitan los dos que este Ojo, madrileño de Chamberí, copie su alegato y se sume a la tristeza y la vergüenza que a todos nos ha causado ver ese terrible espectáculo de unos políticos hasta hace poco representantes de la legalidad democrática, la más importante de todas, conculcar uno tras otro todos los reglamentos que ellos mismos se habían dado, machetazo tras machetazo a la legalidad, para acabar con una estruendosa convocatoria de un referéndum que nace, como ayer se demostró, huérfano del obligado consenso que debe existir sobre ello en el pueblo catalán, al que pomposamente dicen representar.

Es mentira. Leyes de parte, triquiñuelas de leguleyos tramposos, se han obcecado los independentistas en crear un mundo imaginario en el que solo tienen cabida los suyos, despreciando a millones de ciudadanos, tan catalanes como ellos. El resultado, los 72 votos pelados de Junts pel Sí y de la CUP, un combinado incomprensible, así lo demuestra. ¿Alguien, en España y fuera de España, puede tomarles en serio tras el atropello democrático de ayer? Difícil, muy difícil, la respuesta.