Tierra quemada

Madrid

Hoy me comentaba una amiga, profesora universitaria, su convencimiento de que en la crisis de Catalunya son –somos– mayoría los que apostamos por una solución pactada, dialogada, política. Pero se extrañaba del poco caso que nos hacen. Bueno, no debería extrañarse tanto, porque si algunos –o bastantes– de quienes tienen responsabilidades se dedican a incendiar, pues al final el monte se quema; y a los bomberos no se les hace ni puñetero caso.

Ayer citábamos al portavoz parlamentario del PP, a Rafael Hernando, con aquello de que “algunos partidos catalanes quieren que haya muertos”. Hoy Alfonso Guerra tampoco se ha quedado corto al sugerir la intervención del ejército en Catalunya; bueno, es el mismo que presumió de haberse cepillado el Estatut. Y como mientras, el gobierno catalán siga embarcado en esa ficción ilegal –y utópica– de querer proclamar la independencia habiéndose saltado todas las normas y apoyándose en un simulacro de referéndum.

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Pues eso, que el paisaje de tierra quemada es horroroso y con pinta de empeorar. Pero, miren, yo les dije hace tiempo –y pienso mantenerlo– que vamos a insistir, y a insistir, y a insistir en reclamar que alguien haga algo, algo diferente que nos saque de este bucle tan peligroso. El denostado Gerard Piqué ha enhebrado hoy un discurso impecable –a mi modo de ver– sobre la necesidad de hablar para entenderse; aunque da igual porque la pitada que recibirá el viernes en alicante será de aúpa. No se le perdona ni que tenga ideas propias ni que las exprese. Que es justamente lo que yo creo que hay que promover ahora más que nunca.

Y también creo otra cosa: que los responsables políticos o institucionales que sean incompetentes para hacerlo deberían abandonar la primera fila o al menos no dar mucho la matraca. Nos harían un gran favor a todos.

Ahora que aún tenemos fresco el discurso de anoche de Felipe VI aprovechemos aquella frase gloriosa de su padre dirigida en este caso a unos cuantos: ¿Por qué no se callan?