La VentanaLa opinión de Carles Francino
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La opinión

El poder del odio

Cuidado con sembrarlo –en el ámbito que sea– porque tiene la capacidad de destrozarlo todo

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Madrid

Si son ustedes oyentes más o menos habituales de este programa, no será la primera vez que me habrán oído refunfuñar por lo deprisa que va todo. Por cómo vivimos, cómo nos informamos, cómo aparecen y desaparecen noticias a velocidad de vértigo, cómo exigimos respuestas inmediatas a casi todo. Creo que vamos excesivamente apresurados y eso no es bueno.

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Hoy me estaba preguntando cuánto suponen, por ejemplo, veinte años en términos históricos. Y la respuesta es evidente: no suponen gran cosa; dos décadas en clave histórica son como decir anteayer en la vida normal. Pero hoy resulta muy oportuno hacer ese ejercicio porque 22 años después del final de la guerra de bosnia, uno de los conflictos que arrasó la antigua Yugoslavia, hoy se ha dictado sentencia por uno de los episodios más siniestros, y más vergonzosos también, como fue la masacre de Srebrenica, con miles de musulmanes asesinados sin compasión ante la pasividad de los cascos azules; una masacre cometida por las fuerzas serbias que comandaba el general Ratko Mladic.

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Bueno, hoy le han condenado a cadena perpetua, por genocidio; y lo ha hecho el tribunal especial que se creó para juzgar los crímenes que durante diez años devastaron los Balcanes. Si uno se para a pensarlo, no ha pasado tanto tiempo, ¿verdad? de hecho, Europa aún se lame las heridas por no haber sabido evitar esa tragedia que conmocionó al mundo entero; porque no hay nada peor que la guerra, pero sobre todo si esa guerra llega aderezada por fanatismos étnicos y religiosos, como fue el caso. Ya sé que además habrá argumentos geopolíticos que pueden servir para descifrar la claves de esa tragedia, pero a mí lo que más me interesa hoy es no olvidar que detrás de todo, que el principal combustible, que la masa crítica para que personas, supuestamente normales y civilizadas, se convirtieran en criminales, ese detonante fue el odio. Y al odio, cuando se le saca a pasear, una vez ha salido de la botella como si se tratara de un genio maligno, resulta muy complicado domarlo.

Dicho lo cual, que nadie espere ningún paralelismo ventajista con problemas que tenemos ahora sobre la mesa. ¡Para nada! pero cuidado con el odio, cuidado con sembrarlo –en el ámbito que sea– porque tiene la capacidad de destrozarlo todo.

No lo olvidemos.

 
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