El patriotismo de la corrupción
Ha querido el destino que el mismo día haya condena para el caso catalán, con varios años de cárcel para los implicados, y comience el juicio de la rama valenciana de los Correa y el Bigotes
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Cuánto les separa pero cuánto les une. Situado cada uno de ellos en el extremo de la sokatira, tanto han tirado de la cuerda que al final hemos llegado al desastre. La formación de Artur Mas y la de Mariano Rajoy, cada uno en una esquina del ring donde se han pegado en nuestras caras, han ocupado el banquillo de los corruptos y los delincuentes. Su encendido patriotismo, catalán o español, les sitúa en un mismo cajón de la intolerancia, así como su afición por las comisiones en el baúl del expolio. Mientras el Liceu llenaba las arcas de Convergéncia, Gürtel, Púnica o Lezo hacía lo propio con el PP. Ha querido el destino que el mismo día haya condena para el caso catalán, con varios años de cárcel para los implicados, y comience el juicio de la rama valenciana de los Correa y el Bigotes. Ninguna de todas estas inmundicias en la sombra, allá donde se mueven los malandrines, ahora conocidas, les impedía sacar pecho de su acendrado patriotismo, Cataluña cuanto te quiero, venga a mí la senyera, o España en el corazón, me envuelvo en la rojigualda. Sí, les distancia la ideología, pero les acerca el unte y el cohecho. Enemigos feroces en el ámbito público, pero próximos en sus prácticas corruptas. Juntos, pues, en el más sucio de los patriotismos: el de la billetera.
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