El beso, la bandera y el tonto del pueblo

Madrid

El vídeo que le han hecho a Puigdemont en Copenhague es tan desagradable que cuesta acabar de verlo por varias razones además de la vergüenza ajena: una de ellas es porque ninguna diferencia justifica querer humillar de nadie. Se insulta y se acosa a Puigdemont de una forma que además encaja en el retrato grueso que buena parte del independentismo ha hecho del español común: un tipo que lo hace todo por sus cojones y que supone una amenaza para la convivencia. Los conflictos políticos suelen construirse en base a la reducción del otro. En hacer una categoría de una conducta individual. En convertir a los que antes eran los tontos del pueblo en representantes del pueblo.

La reacción educada de Puigdemont reduce al maleducado a un balbuceo ridículo, como siempre pasa. Es curioso porque al mismo tiempo que se condenaba al hombre que le obligaba a besar la bandera a Puigdemont, se emitía una y otra vez la imagen de Puigdemont besando la bandera. Esto merece otro análisis. Parece ser la foto era demasiado potente como para pararse en la forma tan vergonzosa de conseguirla. Me recuerda al titular de un diario digital que decía: "Un hacker roba fotos de una modelo. Mira aquí la galería de imágenes". Más o menos el espíritu es el mismo. No está en la discusión política el asalto a la privacidad y a la dignidad de nadie. Por tanto, deberíamos de tener más cuidado con la exhibición del resultado de ese asalto.