Un poco de fineza, por favor
La decisión de Roger Torrent de aplazar la investidura de Puigdemont ha hecho emerger un secreto a voces: que en el propio separatismo hay muchos que consideran acabada la vía unilateral
Un poco de fineza, por favor
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Madrid
Solo el tiempo dirá si la división que se manifestó ayer en el independentismo tiene recorrido y desemboca en un candidato libre de causas con la justicia que pueda formar un gobierno que gobierne en Cataluña o si por el contrario caminamos hacia un bloqueo que acabe en nueva desobedicencia, más 155 y otras elecciones. Lo cierto es que la decisión de Roger Torrent de aplazar la investidura de Puigdemont ha hecho emerger un secreto a voces: que en el propio separatismo hay muchos que consideran acabada la vía unilateral, la del enfrentamiento con el Estado de Derecho y la vulneración de la ley.
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El giro hacia la realidad, si es que finalmente se produce, no va a resultar fácil y el propio discurso inflamado de Torrent lo demostró. Sacó primero todo la artillería de agravios y acusaciones antes de suspender el pleno para no desobedecer al Tribunal Constitucional. Los próximos días serán determinantes para saber si el independentismo exaltado lo convierte en un traidor o se impone la evidencia de que Cataluña necesita un president aquí y ahora. Haría falta fineza para que desde todos los ámbitos posibles, en Barcelona y en Madrid, se explore y estimule la vía del realismo. Y no parecen estos tiempos de fineza sino de obcecación, frivolidad y cobardía electoral.
Y dos notas al margen:
La primera. Un Parlamento es el lugar sagrado de la democracia, el lugar donde se materializa la voluntad de todos los ciudadanos. Ayer, nadie pudo, supo o quiso impedir que el Parlamento catalán, la expresión del voto de todos los catalanes el 21 de diciembre, fuera asediado y algunos diputados tuvieran que salir con escolta. Algo muy profundo empieza a romperse si contemplamos todo esto como una anécdota irremediable.
Y segunda. Tanto Torrent como Puigdemont se refirieron repetidamente a la vicepresidenta del Gobierno de España como Soraya. No hemos oído nunca que ambos se dirijan en público a Rajoy como Mariano, a Juncker como Jean-Claude o a Pujol como Jordi. Quizás si la Mesa del Parlament tuviera alguna mujer más, tienen una de siete, tendrían más claro cómo respetar a las mujeres que ocupan puestos de responsabilidad que, en general, sólo habían tenido ellos.