Ahora no son como Quini

Madrid

Ayer el fútbol encogió este programa, pero la casualidad quiso que en un día de Carrusel nosotros en Hora 25 tuviéramos que hablar de la muerte de Quini. Yo vi jugar a Quini, canté sus goles, recuerdo su secuestro, escuché sus palabras de perdón. Quini no era un futbolista normal o quizás si, era un futbolista normal de esa época.

No llevaba tatuajes, se vestía y se peinaba como se vestía y peinaba la gente normal, se paraba saludar a quien se lo pedía, no tenía entorno pero tenía amigos. Y sus amigos, muchos de su mismo vestuario eran como él.

No hace tanto de esto, yo no soy tan vieja, aunque si mayor, y ayer, cuándo recordaba a Quini me preguntaba que es lo que le ha pasado al fútbol o que nos ha nosotros como sociedad. Hemos convertido en ídolos a personajes pagados de sí mismos, protegidos por un entorno, a veces tóxico, metidos en coches de cristales tintados a través de los cuales los niños no pueden ver. Se disfrazan, se visten de maneras imposibles, se maquillan y se peinan antes de salir a hacer su trabajo. Pero son ídolos. Los ídolos de hoy no son gente normal.

Pensar en Quini es pensar en gente normal, y es, precisamente, la gente normal la que mueve este país, Quini era uno de ellos, uno de nosotros. Prefería el césped a los palcos. Lástima que el poder mire o se siente más en los palcos que en el césped, porque está en el césped, metáfora de la calle es donde pasan las cosas.

La gente normal, a menudo, pasa desapercibida, salvo a la hora de hacerse fotos o si hay elecciones a la vista.