A cuerpo de diplomático

Merced a una respuesta parlamentaria del Gobierno a Esquerra, nos hemos enterado del señorial porte de la casa en la que vivirá el nuevo embajador de España ante la ONU, Jorge Moragas, el exasesor personalísimo de Mariano Rajoy. La vivienda está situada junto a la Quinta Avenida y el Central Park de Nueva York, tiene 11 habitaciones, cuatro de ellos para el servicio, y entre otras cosillas dispone de pista de squash. La casa, dice el Gobierno, es propiedad del Estado español desde 1972, lo que vendría a decir que allí han vivido todos los embajadores hasta la fecha. Así que vaya este Ojo de hoy no tanto por el ínclito Moragas, justamente recompensado por sus oficiales y extraoficiales servicios a su jefe, sino porque esta respuesta del Ejecutivo remueve alguna duda que toda persona que haya viajado por esos mundos se pregunta en alguna ocasión: ¿Qué tendrán los señores embajadores, los representantes diplomáticos en general, para que sus conciudadanos tengamos que sostener con nuestros impuestos sus fastuosos alojamientos en palacetes, dotados con numerosas y oreadas habitaciones y atendidos por educada servidumbre? De un presupuesto para Exteriores de 1.522 millones de euros, ¿cuánto va para las 118 embajadas del reino y sus señoriales alcázares? Vivan cómodos cónsules, primeros y segundos secretarios en sus lugares de residencia, faltaría más, pero quizá con menos oropeles ahorraríamos algunos duros.