Horrores tolerables e intolerables

Los códigos de la guerra son tan extraños como las guerras mismas, y las líneas rojas, las que señalan los límites de lo insoportable, son más extrañas aún. Las armas químicas son horribles, desde luego, son la destrucción masiva propiamente dicha y por eso se prohibió su uso en el año 1997. Pero me parece una gran hipocresía que el ataque químico, todavía presunto, del día 7 que provocó 70 muertos en Duma, a 15 km al este de Damasco, se considere merecedor de una respuesta militar urgente, incluso sin esperar el aval de Naciones Unidas, mientras que se han tolerado sin ninguna intervención todas las brutalidades de un conflicto que ha causado 400.000 muertos y millones de desplazados. Es sorprendente que una misma conciencia, una conciencia multiusos, nos sirva en un caso para trazar líneas rojas y en otro, para lavarnos las manos.

El conflicto continuará con todos sus horrores sin novedad alguna y seguirá ganando Putin, que se alineó con Bachar Al Asad cuando los occidentales sólo veíamos en los rebeldes a luchadores por la libertad. Desde que se evidenció que entre ellos se colaba el ISIS, occidente se perdió y perdido sigue. Los rusos ya se han consolidado, reforzado su influencia con Turquía e Irán, hoy Asad gana la guerra y Putin controla el futuro de Siria. ¿Estamos ante una nueva guerra fría, como dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU? Pues, si es así, será diabólicamente compleja, porque el mundo ya no es un tablero con solo dos grandes jugadores. Los equilibrios son dificilísimos y China observa.