Cifuentes y el examen de conducir

Resulta agotador tener que insistir en cosas que son evidentes. Cristina Cifuentes no es una ciudadana particular que padece “irregularidades administrativas” ajenas a su voluntad, sino una política en ejercicio, nada menos que presidenta de la Comunidad de Madrid, que se ha beneficiado de documentos que, según todos los indicios, han sido modificados irregularmente, por no decir falsificados. Además, la señora Cifuentes es funcionaria precisamente en la escala de Gestión Universitaria, luego se le supone conocimiento de las prácticas administrativas. Es insólito que la presidenta de la Comunidad de Madrid reproche a la secretaría de la universidad Rey Juan Carlos que le haya enviado el acta del trabajo de Fin de Máster y que se lamente de haber confiado plenamente en su veracidad. ¿Cómo que confió en su veracidad? ¿Qué quiere decir eso? ¿Entregó el trabajo, sí o no? ¿lo defendió, sí o no? ¿ante quiénes? ¿De qué falta de veracidad se queja? Es como si la señora Cifuentes no hubiera pasado nunca el examen de conducir, alegara que nadie se lo exigió y reprochara a la dirección general de Tráfico que le enviara el documento correspondiente, tan poco veraz. ¿Por qué iba ella a sospechar que eso no puede ser muy legal? La señora Cifuentes, que maneja un presupuesto de 20.000 millones de euros de todos los madrileños no puede pretender que creamos que es una persona tan ignorante sobre lo que es legal y lo que no lo es, sobre las normas que se pueden saltar, los exámenes a los que se puede no acudir, los trabajos que no hay por qué entregar y los títulos sí se pueden recibir tan graciosamente. Ciudadanos tiene la última palabra.