En recuerdo de Luis Montes
De las ignmomias de la odiosa presidencia de Esperanza Aguirre y sus secuaces, quizá sea la más denigrante aquella basura de cargar sobre los hombros de un hombre bueno la muerte de decenas de enfermos
En recuerdo de Luis Montes
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Estábamos inmersos en la satanización de los sindicatos por su presencia en la manifestación catalana del pasado domingo, cuando Albert Rivera ha decidido salir del armario y nos ha contado a todos los españoles que militaba en UGT -¡un sindicato socialista, un nido de rojos!- desde 2002. La vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida. Pretendíamos explicar por qué esa presencia sindical del domingo, tan denigrada, no nos parecía ni mucho menos aberrante, que siempre es buena la transversalidad, cuando hemos conocido la muerte del doctor Luis Montes. De las muchas ignominias que han jalonado la odiosa presidencia de Esperanza Aguirre y sus secuaces, quizá sea la más denigrante aquella basura de cargar sobre los hombros de un hombre bueno la muerte de decenas de enfermos. El entonces consejero de Sanidad, Manuel Lamela, hoy engordando la cuenta corriente en la sanidad privada, tuvo la desfachatez de no dimitir de cualquier cargo que tuviese como tampoco se postró de rodillas para pedir perdón por sus muchos pecados cuando la justicia dio la razón a Montes y concluyó que su actuación médica –y humana- había sido impecable. Pero aquel inicio de una muerte digna para quienes más sufrían tuvo que aguantar los envites de unos políticos y una clase médica fanatizada por la religión, todos ellos amparados por la gran lideresa. ¡Cuánto daño causaron sin castigo alguno!
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