Morir bien

Madrid

Ha muerto Luis Montes, el doctor Montes, el anestesista que sufrió un insoportable, injusto y gratuito acoso por hacer su trabajo. Intentar curar, intentar aliviar el dolor, mejorar el último tramo de la vida. Su caso está ya en la historia de la ignominia política: el gobierno de Esperanza Aguirre lo crucificó por tratar de hacer efectiva la muerte digna. Fue cesado, investigado y finalmente absuelto nada menos que de 400 sedaciones presuntamente irregulares en el Hospital Severo Ochoa de Legánes. Su caso extendió el miedo entre los profesionales y ese miedo lo padecieron los pacientes. Porque algunos a los que no se les caen de la boca la palabra libertad o los derechos individuales, en realidad, como decía Margaret Thatcher, gobiernan sólo para sus convicciones.

Luis Montes fue absuelto, su nombre rehabilitado, su calvario abrió en canal el debate y dedicó el resto de su vida a defender el bien morir. Pero la muerte digna sigue sin resolverse en España. Esta semana hemos contado en la SER la paradoja de que la responsable canaria de registrar los testamentos vitales murió, según su familia, sin el alivio de sufrimiento que pidió para ella misma. Montes decía que en España te mueres bien o mal según el médico que te toque. Y, por lo que vemos, sigue ocurriendo a pesar de que diez comunidades autónomas tienen regulada la muerte digna. La última, la Comunidad Valenciana, empezó a tramitarlo ayer mismo, y todos los partidos votaron a favor menos el PP.

Y en el Congreso está pendiente la tramitación de una ley estatal impulsada por Ciudadanos que, como las autonómicas, no incluye ni la eutanasia ni el suicidio asistido, avances que sí recogía la propuesta de Unidos Podemos rechazada hace poco. En el PSOE anuncian que preparan también una regulación de la eutanasia.

Aspiramos a vivir bien, no parece tan disparatado aspirar a coronar la vida con dignidad.