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Madrid, Madrid, Madrid

Hoy paseará de acto oficial a acto oficial un estirado caballero, de colocado tupé, que a su paso solo oirá la siguiente pregunta: ¿quién ese señor?

Madrid, Madrid, Madrid

2 de mayo, día de la Comunidad de Madrid en el que se conmemora el rechazo de los castizos a la invasión francesa. Ahí, dicen, comenzó la guerra de la Independencia. La otra guerra, la de las tripas del PP, ya acabó la semana pasada con el volcado a la basura de la expresidenta, la masterizada y limpia de cutis Cristina Cifuentes. Se amontonan entre la calle Génova y la Puerta del Sol los que llevan un hacha para cargarse a los primeros, y quienes portan arcabuz para acabar con los segundos. Hoy paseará de acto oficial a acto oficial un estirado caballero, de colocado tupé, que a su paso solo oirá la siguiente pregunta: ¿quién ese señor? Porque Ángel Garrido es tan conocido por los madrileños como Juha Sipilä, un suponer, primer ministro finlandés. Entre esos actos, por cierto, entregará una Medalla de Oro a ese preclaro cavernícola, Alfonso Ussía, a quien un buen amigo de este Ojo nombró como el señorito faltón. A esto hemos llegado, a que un tal Garrido protagonice tan bochornoso homenaje. Y es que la desaparición, uno a uno, de Los diez negritos es una bobería comparada con el sillón presidencial madrileño, convertida la otrora pomposa poltrona en una inmunda letrina. De nuevo asoma por una esquina el joven Pablo Casado. Da mucha risa. Por sus títulos y eso.

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