Spike Lee, en Cannes: "EEUU es una democracia de mierda"
El director Spike Lee vuelve al Festival de Cine de Cannes con 'BlackkKlansman' con Adam Driver y John David Washington, una cinta extrma contra el racismo de Estados Unidos, contra Trump y contra el Ku Klux Klan
Cannes
Día convulso en el Festival de Cannes con la vuelta de Spike Lee, que llega con su película sobre Ku Klux Klan, y de Lars Von Trier, que regresa al certamen que le consideró persona non grata por sus palabras sobre Hitler, con una película con violencia a mansalva y donde vuelve a jugar con el tema del nazismo.
Empecemos por Spike Lee y su BlacKkKlansman, que se centra en un policía negro (John David Washington) que se infiltró en el Ku Klux Klan en la década de 1970. Protagonizada por (John David Washington, el hijo de Denzel), Adam Driver. Una cinta que juega con los códigos del Blaxploitation, género popular de los 70 protagonizado por afroamericanos, con la música y los códigos estéticos del Black Power. Es un panfleto contra el racismo lleno de chistes que une el racismo de los tiempos de la guerra de secesión, con el resurgimiento del Ku Klux Klan durante la lucha por los derechos civiles, con la actualidad. De hecho, la cinta acaba con imágenes de la Marcha Nazi de Charlottesville del año pasado, donde murió asesinada Heather Heyer y la reacción de Trump.
"Una vez que tuve el permiso de la madre de Heather Heyer para poner esas imágenes, me dije, que le jodan a los demás, esa puta escena va a estar en esta puta película", comenzaba una agitada rueda de prensa donde Spike Lee se ha marcado un monólogo inicial contra Trump y la extrema derecha.
"A ese hijo de puta que está en la Casa Blanca se le dio la oportunidad de decir 'estamos a favor del amor y no del odio', y ese hijo de puta no denunció al (Ku Klux) Klan, ni a la extrema derecha, ni a los hijos de puta de los nazis". Le puedo decir al mundo que este hijo de puta trata la democracia como una mierda, Estados Unidos se ha construido sobre el genocidio de los indios y sobre la esclavitud. Ese es el material de que se ha hecho América. Esos son los hechos".
La cinta tiene escenas redondas, como las conversaciones telefónicas -no podían ser en persona, ya que era negro- entre el agente infiltrado en el Ku Klux Klan y el líder de la organización xenófoba, donde los diálogos afilados desmontan cualquier base racional para sostener el racismo. Sin embargo, todo en BlacKkKlansman es excesivo, el repetitivo montaje, con el sonido de la siguiente escena entrando antes que la imagen, o el las frases de Trump repetidas por los líderes racistas de los 70, "Make America great again". El director es honesto: huye de cualquier sutileza y se entrega a la propaganda con los brazos abiertos.
"Esperamos que nuestros líderes nos den instrucciones para tomar decisiones morales, pero me gustaría decir que esto no pasa solo en América, esta mierda de derecha está en todo el mundo y tenemos que despertarnos. No podemos estar callados", arengaba Spike Lee a la prensa en Cannes, Francia, donde Le Pen pisa fuerte. "Este hijo de puta (otra vez Trump) tiene el botón nuclear y también lo tiene el hijo puta de Corea y el de Rusia", añadía.
El problema de la película es que el retrato de esos racistas del Ku Klux Kan de los 70, divertido, como un grupo de torpes borrachos, rednecks, de clase media baja, no es suficiente para entender el resurgimeinto del racismo y de la extrema derecha ni en Estados Unidos ni en el resto del mundo en la actualidad. "Por favor, no penséis que esta película es sobre Estados Unidos de América. Cómo tratáis a los musulmanes, a los inmigrantes, africanos. Los judíos eran los segundos de la lista", le faltó enumerar a los palestinos, ahora mismo convalecientes de la última masacre en Gaza.
Spike Lee no competía por la Palma de Oro desde los tiempos de Fiebre salvaje (1991), antes ya lo hizo con Haz lo que debas (1989) y en esta ocasión, después de una larga ovación en la première y con la directora Ava Duvernay en el jurado, su película tiene posibiliades de irse con premio y empezar así una carrera hacía los Oscar.
Fuera de las elucubraciones sobre quién ganará o no la Palma de Oro se encuentra Lars Von Trier y The house that Jack built (La casa que Jack construyó). Con un aplauso a su entrada al teatro Lumière, el director danés tuvo que ver cómo más de 100 personas se salían de la proyección después de las descarnadas escenas de violencia. Era evidente que la vuelta a Cannes con esta película sería polémica, puesto que es el retrato de un asesino en serie de mujeres y niños, y porque aparece el nazismo en ella.
El firmante de aquel manifiesto del cine dogma construye aquí una reflexión sobre el arte del asesinato y la belleza de la crueldad. Jack es un aspirante a arquitecto, que construye su casa paralelamente a cómo construye su carrera como asesino. Una subida a los infiernos que nos explica la conversación en off entre el protagonista, Matt Dilon y la voz de Bruno Ganz. Hay referencias a Dante y La divina comedia, al arte y al nazismo, de donde parece inspirarse este asesino artista obsesionado con las mujeres, a as que retrata de bobas y fáciles.
Si algo hace bien el danés es provocar: "Por qué los hombres van a ser siempre culpables y las mujeres víctimas", una de las frases de la película, que podríamos escuchar, desgraciadamente incluso en sentencias judiciales.