Madrid Marriott Auditorium, un camino de sensaciones desde los Urales a orillas de Madrid
Madrid
Cuatro años de ansiada espera que ahora terminan. Son semanas de pinceles en la cara, de banderas y bufandas -sí, aunque sea verano-, de gritos, risas y llantos. Son unos meses de nervios y abrazos, y quién sabe, si también de algún beso despistado nacido de una emoción que ha creado un instante capturado en una red.
Son días donde la mente vuela a una ciudad inmensa de proporciones faraónicas, calles colosales, plazas rojas y edificios maravillosos. A un país que abraza los cuatro puntos cardinales; desde la tundra siberiana a los bosques Urales pasando por la península volcánica de Kamchatka; desde Pskov a Novgorod en el Noroeste, a Krasnodar en el sur. A un lugar donde la imaginación se congela bajo cero mientras nuestras emociones se calcinan con fuego rojo intenso…
Pero no, no estamos en Rusia. O al menos, no aún; aunque no hay nada mejor, en ciertas circunstancias, que tener eterna la mente desordenada. Eternamente rebelde era ella. Sabia, y también sabía de mi pasión por unos junio y julio que me llevaban de Kazán a Moscú. “Vuelve a Madrid”, me decía. “Vuelve la mente a Madrid”.
Porque en España se vive y se vibra con el deporte. La electricidad sale de un país bañado por 12 mares y extendido a lo largo de 11 zonas horarias, atravesando cumbres nevadas y desiertos de estepa; a una ciudad de mil y una noches y mil y una historias. Entre el aroma a litoral y el festín de olores de una gran Plaza Mayor trepa una ciudad con esencia a mercados castizos: Madrid. Y en ella un lugar donde disfrutar, gritar, reír, llorar, abrazar y sí, también besar.
Ella tenía el mejor sitio guardado para mí. La vibración de un gol, el aplauso en un 2-0, los llantos en un 0-2 que nunca queremos que suceda. Un bar hecho Champions y ahora también fútbol al máximo nivel. En sus gradas ella y yo… y entre el nosotros un Stars on Eyes. Todo dentro de una coctelera que no deja de girar en una terraza que sabe, en noches de camisetas rojas, a Bloody Mary.
Que si Madrid es mil y una historias, Madrid Marriott Auditorium Hotel & Conference Center es mil y una opciones. En aquel lugar, entre las notas de un piano y el “bienvenido” de un desconocido, volví a Madrid, encontrándome en la magia de un momento adecuado. La hospitalidad nos recibió en el mismo Greatroom, tranquilidad e inspiración que nos acompañaría esa tarde. Mientras saboreábamos las mejores tapas de Madrid la suerte repartía campos y saques al otro lado del pasillo.
Nueve pantallas hechas estadio. Emoción en cualquier fachada, olor a comida americana, las mejores hamburguesas, la cerveza más fresca y los cocteles más especiales para brindar o ahogar en ellos lo que hoy no pudo ser pero mañana será… La brisa fresca de verano la despeinaba y gracias a aquella nostálgica luz de luna que golpeaba en la terraza, vi su sonrisa. Sin duda, aquel era un lugar para noches de finales acompañados de principios.
El viaje de mi mente de Moscú a Madrid no terminaba en una noche de goles. Seguía en una mañana de sabores. Aquel maravilloso Buffet Madrid donde asomarnos a la ciudad mientras el pan recién horneado nos daba los mejores buenos días a la mañana siguiente, y aquel olor a Mediterráneo… el olor a costa, a Albufera valenciana. La mejor comida mediterránea, saludable y sostenible, entre blancos y azules hacían del Restaurante Kalma el mejor paquete a desenvolver el último día de nuestra estancia.
Las apuestas ganadoras están en Madrid Marriott Auditorium. Ella, eterna mente sabia, lo sabía. De su mano llegué de Rusia a orillas de Madrid, un campeonato de emociones donde lejos es cerca, donde el cansancio es descanso, donde gritar, llorar, reír, abrazar…Y sí, también besar.