Voluntarios de Tirso de Molina
Acompañamos a un grupo de voluntario del colectivo 'Plaza Solidaria' en uno de los repartos de cenas que llevan a cabo cada día en la popular plaza madrileña
Abierto por vacaciones: Voluntarios de Tirso de Molina
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Madrid
Es una tarde de agosto cualquiera en el centro de Madrid. El calor aprieta, poca gente pasea, pero los comercios, y sobre todo las terrazas, como las de la plaza de Tirso de Molina, están a rebosar. Pero apenas tres metros detrás de la última silla de la última terraza, comienza otro runrún. Decenas de personas que se arremolinan esperando algo. Esperan una de las cenas que un grupo de voluntarios reparte gratuitamente cada día desde hace 6 años. “Compramos la comida, cocinamos, la traemos y la repartimos…”. Blanca es periodista, conoció la iniciativa hace 5 años y forma parte del grupo de voluntarios los viernes. Así se organizan. Un grupo distinto cada día para dar de comer a más de cien personas sin recursos.
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Que se acaben los números a repartir significa que no hay más comidas. Y en Agosto la demanda crece porque muchos comedores sociales cierran. Aquí no hay subvenciones, nadie da dinero ni pide cuentas. Es totalmente participativo. Lo que los voluntarios dan llega directamente a la gente. “Aquí nos guardan los vasos, servilletas y más cosas que necesitamos, y el carrito para llevarlas…”. Ramón, es otro de los voluntarios de los viernes, hoy le ha tocado ir hasta el bar donde guardan los utensilios para repartir la comida. De nuevo en la plaza, a Blanca se han unido nuevos voluntarios que ya organizan el menú de esta noche. “Ponemos primero los bocadillos, luego la comida caliente, luego la fruta y luego lo que nos traen de más…”. Blanca ha preparado salmorejo casero, Ramón ha traído bocadillos. También hay pasta con salsa pesto y arroz con tomate. En total 90 raciones para hoy.
Óscar, es nicaragüense, lleva dos meses y medio acudiendo a la plaza y hoy ha llegado a tiempo, tiene número: “al quedarme sin trabajo yo ya no podía financiar el pago de habitación y mucho menos alimentación”. Son las 8 y media de la tarde, es el momento de dar comienzo a la cena. Las raciones se colocan sobre dos de los bancos de la plaza y las personas con número pasan en orden a recoger los alimentos. Al otro lado de los bancos los voluntarios les explican qué es cada plato. Jorge, lleva solo un par de meses colaborando y hoy es el encargado de cantar los números. Ha llegado el turno de Óscar que recorre la fila, elije entre los platos y aguanta la bolsa con la cena de hoy. “Me han brindado arroz con tomate y huevo cocido, un bocadillo, un plátano y un vaso de zumo. Me lo llevo dónde duermo, en la plaza”.
Pasan ya las nueve de la noche. Los que tenían número ya tienen su cena. La mayoría deja la plaza y vuelve a sus hogares, los que tienen, o buscan un lugar discreto en el que comer. Mientras, Jorge reconoce que ha acabado un poco estresado pero satisfecho. “Vas controlando mejor todo el proceso, lo que es la cola, que no se peleen entre ellos…”. Ramón, Blanca y el resto de voluntarios recogen los utensilios y poco a poco abandonan también la plaza para volver a casa. En una semana, el grupo de los viernes volverá a comprar comida, cocinar y repartir. “Abierto por vacaciones efectivamente. Aquí al pie del cañón”. La plaza de Tirso de Molina vuelve a su fisonomía habitual, sin voluntarios ni personas buscando cena. El runrún de las terrazas, las risas las cañas, vuelve a ser el único sonido, pero ahora, en uno de los bancos, se sienta un guitarrista. El lunes volverán a ese banco las raciones de salmorejo, los bocadillos, y la fruta. Y así, todo el mes de agosto en Madrid, pero también el resto el año.