Taxímetro indignado en marcha
Llevo tres meses en Madrid y el atrincheramiento en el cinismo político puede con mi taxímetro de columnista neófito
Taxímetro indignado en marcha
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Los columnistas y los taxistas tenemos algo en común: a veces somos un despliegue de indignación moral con el taxímetro en marcha. Yo tengo apenas un minuto con ese taxímetro funcionando así que les contaré una historia.
Me pasé la Gran Recesión viajando a Estados Unidos para contar en un periódico la caída de Lehman Brothers, a Islandia para explicar cómo esa pequeña isla se metió en un agujero negro y a Bruselas para armar la trama de una crisis que deja una gestión insuperablemente mediocre. En Nueva York, Reijkavik y en Bruselas he visto una combinación de miedo e indignación, de desconfianza y cabreo en la gente que acabó traduciéndose en el auge del populismo, el síntoma más claro de que la vieja democracia liberal se cae a pedazos en España.
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Pues bien, aquí llega la prometida oleada de taxista-columnista-periodista indignado: en ninguno de esos sitios he visto la combinación de suciedad, ruido y ponzoña que se acumula últimamente en la política española dónde partidos y medios de comunicación son capaces de dar credibilidad y cobertura a un ex comisario corrupto que trata de chantajear al Estado con bazofia políticamente vacía o donde el centro derecha español es incapaz de apoyar un Presupuesto que sí apoya el centro derecha europea
Llevo tres meses en Madrid y el atrincheramiento en el cinismo político puede con mi taxímetro de columnista neófito. Pero ya puestos les contaré que hay un libro maravilloso de Roberto Bolaño, Nocturno de chile, que Bolaño quiso titular Tormenta de mierda. Al paso que vamos quedará claro que Bolaño estaba pensando en la política española al elegir el título.