Amarte sin estridencias
Me preparo para tener menos ganas de todo. Para haberme cansado. Para no arriesgarme a experimentar...
Madrid
Me miro al espejo unas cuarenta veces al día. La media nacional está en 38, pero yo, estoy segura, me miro dos más que los demás como mínimo. Se caerá lo que se tenga que caer. Ya sean párpados, brazos, mentón o tetas. Dejaré de tener la boca esta que hay quien lleva de salvapantallas en su móvil solo para recordar cómo me como lo que más le gusta que me coma. Ojalá el pelo blanco, ojalá la medio sonrisa, ojalá las mismas ganas de tener mi cuarto y mitad de lo que me toca. Lo mismo me da por amantes más jóvenes, de esos que la tienen aún dura, de esas que me dejan que las quiera. Y es probable que mantenga mi predilección por los que son como yo y también estén en este proceso de querernos a pesar de lo que pueda pesarnos.
Me preparo para tener menos ganas de todo. Para haberme cansado. Para no arriesgarme a experimentar. Puede incluso que me esté preparando para dejar pasar el tiempo que sea entre polvo y polvo, sabiendo de antemano que cuando llegue, lo mismo se queda en pelusilla. Solo quiero que me cuenten lo que hay, que me digan la verdad, que dejen de contarme milongas. He encontrado la parte positiva a esta historia que implica envejecer y modificar mis querencias de cama. No solo por lo más obvio, imaginen, cada tres semanas con la mierda de la regla. He decidido que cumplir años y seguir deseando implica cambiar las reglas:
Quiero elegir juguetes que suplan cualquiera de nuestras carencias.
Quiero aprender a amarte sin tantas estridencias.
Quiero que me beses y besarte, que me cuides y cuidarte, que me quieras y quererte.
Quiero imaginarme en tu cama. Y que me dejes entrar en ella.