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un mal día lo tiene cualquiera

Tener que abdicar para casarse con una divorciada

Eduardo VIII de Inglaterra se vio obligado a dejar la corona en manos de su hermano para poder casarse con Wallis Simpson, una plebeya que cargaba con dos divorcios

La carta de abdicación de Enrique VIII de Inglaterra / GETTY IMAGES

En los cuentos de hadas, la princesa se casa con el príncipe y viven felices para siempre. Nuestro protagonista de hoy vivió una versión bastante distinta del cuento. El 10 de diciembre de 1936, Eduardo VIII de Inglaterra anunció al mundo que iba a pasarle la corona a su hermano Jorge. ¿El motivo? Pues el amor. En concreto el amor de Eduardo por Wallis Simpson. Aunque hace sólo 82 años de este hecho, el mundo de la monarquía ha cambiado mucho. Los príncipes se casaban con princesas o como mínimo, con señoritas de muy rancio abolengo.

Wallis no acababa de cumplir estos condicionantes. Ya era malo que fuese plebeya y americana, pero encima llevaba ya dos divorcios a cuestas. La clase política británica le dijo a Eduardo que podía tener el cargo hereditario y la vida regalada que conlleva o podía tener el amor de la señorita Simpson, pero que las dos cosas no podían ser.

Que Eduardo cediese su corona a su hermano acabó resultando bastante positivo para el Reino Unido, sobre todo porque el rey abdicado mostró bastantes simpatías por el nazismo, algo que habría resultado desastroso durante la inminente guerra. Por suerte para Eduardo, murió en 1973, mucho antes de que fuera perfectamente aceptable que los monarcas siguieran siéndolo pese a casarse con quien les diese la real gana. Plebeyas, divorciadas e incluso periodistas.

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