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Tanya Ibar: "Viviría en una caja si fuera con Pablo y sería la persona más feliz del mundo"

La mujer de Pablo Ibar espera que el español salga pronto de prisión después de que el detective del caso haya reconocido 24 años después que amañó pruebas contra él

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Madrid

Tanya Ibar es la mujer de Pablo Ibar, el español condenado a pena de muerte en Estados Unidos por un triple asesinato que asegura que no cometió. Le conoció a los 16 años y desde entonces, hasta ahora que cumple 40, no ha tenido un fin de semana normal: le ha visitado cada fin de semana de su vida en la cárcel, recorriendo 800 kilómetros en coche.

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Se casó a través de un cristal y un teléfono y ha sido, en palabras de los familiares de Ibar, "el apoyo de Pablo" para seguir adelante con un proceso judicial que demuestre su inocencia. Enfermera de profesión, ha vivido durante años enganchada al teléfono temiendo recibir la llamada que pusiera fecha a la ejecución de su marido y esperando que la justicia admitiera, como hizo en 2016, que Ibar tuvo un juicio sin pruebas sólidas. Esta próxima semana declarará en el Tribunal Supremo de Florida en la repetición de un juicio que es la última oportunidad para este hombre, que ya ha pasado más años entre rejas que fuera de ellas.

Asegura que la noche de los asesinatos durmieron juntos. ¿Qué pasó realmente esa noche?

Llevamos un tiempo saliendo y ese verano mi madre viajaba a Escocia por la graduación de mi hermana. Como no estaba en casa y Pablo vivía cerca pensé que era una buena oportunidad para que viniera. Yo no lo había planeado pero acabamos pasando la noche juntos.  Meses más tarde, cuando Pablo fue arrestado empecé a pensar… "¡yo estaba con esta persona! ¡Esta persona nunca fue capaz de matar a nadie!". Le pedí a mi madre que comprobara las fechas de su pasaporte y confirmamos lo que pensaba. Decidí dar toda la información a la Corte, pero en el primer juicio no nos llamaron a testificar porque básicamente la defensa no llamó a nadie. No fue hasta el tercer juicio, en el que le condenaron a muerte, que pudimos testificar. Para entonces mucha gente pensó que nos lo habíamos inventado para ayudarle. No se dieron cuenta que esa información se había presentado desde el primer día.

¿Cómo se vive sabiendo que un hombre inocente lleva 24 años en prisión?

Es traumático hasta el punto que yo he dedicado mi vida entera a él, a su inocencia. He sacrificado toda mi vida. Desde los 15 o 16 hasta los 40 que tengo ahora… Podría haber seguido con mi vida y seguramente habría sido mejor para mí  pero no podía dejarle morir.  

Tenías 16 años cuando todo pasó, conocías a Pablo hacía tres meses. Pero nunca le has dejado y durante los años que ha estado en el corredor de la muerte, le has visitado todos los sábados sin falta. Más de 800 veces. Cogías el coche y conducías muchas horas. ¿Cómo era esa rutina?

En el corredor de la muerte no puedes recibir ninguna llamada. La única manera de tener contacto que tenía era conducir para visitarle. Entonces, yo vivía a 8 horas de la prisión. Así que salía de trabajar el viernes, conducía toda la noche, dormía en un hotel, madrugaba al día siguiente, le visitaba y volvía a conducir todo el día de vuelta a casa. No llegaba hasta las 9 o 10 de la noche. Más tarde, en 2006 me mudé a casa de mis padres que estaba más cerca y solo que tenía que conducir 4 horas de ida y otras 4 de vuelta. Era desesperanzador. Los guardias son muy crueles con la gente que visita a los reclusos y había festivos en los que había mucha gente y no había suficientes mesas, así que tenía que ir la noche antes, dormir en el coche en una gasolinera para coger sitio. Muchas veces cuando veo que mis amigos se casan, tienen hijos, van de vacaciones… El fin de semana la gente disfruta y yo voy al corredor de la muerte.

¿Qué haréis si le liberan? ¿Habéis hablado de eso?

Es de lo único que hemos hablado, que nos permite seguir y que nos da esperanza.  No hay ni palabras para describirlo. ¿Como se describe estar esperando a alguien durante más de 20 años y finalmente poder estar juntos? Estas pequeñas cosas… compartir baño. Parece tonto pero pienso siempre en esas cosas. Quiero poder estar en la misma habitación, poder tocarle sin un guardia que me diga que no puedo hacerlo.

La familia de Pablo Ibar ha dicho en muchas ocasiones que sin ti, sin tu compromiso, Pablo no habría llegado hasta aquí. ¿Qué piensas al respecto?

Para ser honesta, creo que él ha sido mi fuerza. Esta situación me ha permitido crecer mucho como persona. Siento que si muriera hoy, moriría siendo una persona feliz, incluso en esta situación. Quiero cerrar esta puerta, pero sabiendo que he conocido gente maravillosa en esta situación. Y creo que nuestro caso muestra que si crees en algo, no te puedes rendir, tienes que seguir luchando.

El caso de tu marido está plagado de irregularidades. ¿Te han hecho perder la fe en el sistema judicial?

Al 100%, sí. Entiendo que es terrible que murieran tres personas y me siento fatal por ellos, por sus familias. Rezo por ellos desde hace años porque no me puedo imaginar como de terrible debe ser. Pero siento que la ley no se basa en la verdad sino en cuánto dinero tienes o a quién conoces. Y es muy duro que una vez entras en el sistema es casi imposible salir del sistema. 

¿Si Pablo es declarado inocente, consideráis denunciar al Estado?

No. Para nada. No quiero darles nada más de nuestras vidas. Lo único que quiero es que liberen a Pablo. No hay suficiente dinero en el mundo para pagar lo que nos han sacado. La madre de Pablo murió y él no pudo verla. ¿Cómo se paga eso? No quiero otros 10 años en los juzgados. ¿Para qué? ¿Dinero? Viviría en una caja si fuera con Pablo y sería la persona más feliz del mundo. No hay nada que lo pague eso. No quiero nada más de ellos.

 ¿Estáis preparados para la sentencia?

No puedo decirte que esté preparada. Para mí y para Pablo esto ha sido una agonía. Sabemos que en un mes nuestras vidas van a cambiar. Para mejor o para donde no quiero que cambie. Y es algo que da mucho miedo porque no tenemos ninguna garantía. Para mí es traumatizantes porque no quiero volver a vivir así. Además sabemos que si sale que no, las probabilidades de otro recurso son ínfimas. Odio este miedo, porque no quiero tenerlo. Pero no puedo controlarlo porque no está en mis manos sino en las de 12 personas que ese día tomarán esa decisión. ¿Y qué pasará ese día? ¿Cómo se levantarán esas personas? Discutirán con sus hijos por la mañana, alguien les cortará el paso con el coche? ¿Estarán enfadados? Todo eso marcará nuestras vidas y da mucho miedo.

 
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