Destrozar un teatro porque no te ha gustado la obra

Yo no sé vosotros, pero si voy a hacer el ridículo, prefiero hacerlo acompañado. Y eso probablemente fue uno de los pocos consuelos que tuvieron los londinenses que acudieron al Teatro de Haymarket un 16 de enero de 1749.

Según se había anunciado en la prensa en los días anteriores, el 16 de enero podrían ver cómo un hombre se metía dentro de una botella de vino y desde dentro respondería a preguntas del público, que podría comprobar que no había truco alguno. Ante un espectáculo de tal magnitud, no tardaron en agotarse las entradas. Tampoco tardó en agotarse la paciencia del público cuando comenzó, supuestamente, la actuación, y vio que el escenario seguía vacío, sin hombre, ni botella, ni nada que se le pareciese.

Ahí fue cuando los espectadores encontraron el otro gran remedio para las tomaduras de pelo: la violencia. Empezaron a destrozar el teatro, arrancando asientos, destruyendo el escenario y arrasando con los palcos. Luego se llevaron todo lo que pudieron a la calle y lo quemaron delante del teatro. Nunca se encontró al culpable, aunque la teoría más aceptada es que fue un miembro de la aristocracia que estaba poniendo a prueba la credulidad de la gente.

Espero que recordar a todos estos londinenses enfurecidos os sirva de consuelo la próxima vez que os creáis un titular de OK Diario o deis por buenos los secretos de la NASA que os desvela un Whatsapp anónimo.