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Venezuela

Crímenes de hambre en Venezuela

El hambre en Venezuela ha desencadenado una nueva ola de crímenes. La gente roba y mata por comida. Algunos, como el joven Keiber Cubero, fueron asesinados por robar en un restaurante. La crisis y la violencia ligadas a la escasez de alimentos queda representada en el trabajo fotográfico de Ignacio Marín, finalista del premio Luis Valtueña

Punto de Fuga: 'Los crímenes de hambre en Venezuela' (01/02/2019)

Punto de Fuga: 'Los crímenes de hambre en Venezuela' (01/02/2019)

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Cinco años de crisis económica en Venezuela han provocado que el dinero valga menos que el papel en el que está impreso. La angustia producida por las neveras y los estómagos vacíos ha desencadenado una nueva ola de crímenes que tienen el hambre por móvil, como señala la fundación Observatorio Venezolano de Violencia. El periodista Ignacio Marín ha documentado esta crisis en un trabajo fotográfico que se encuentra entre los finalistas al premio Luis Valtueña de Fotografía Humanitaria que entrega Médicos del Mundo.

Ahora Marín ha regresado a Caracas y se ha encontrado una situación incluso peor que la que vio hace un año, que ya era “desesperada” y pensaba que no podría ir a peor”. Entonces fotografiaban a la gente haciendo colas para conseguir comida en los supermercados y ahora, asegura, no puede hacer esa foto porque no hay colas, porque “directamente ya ni siquiera hay alimentos”. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida señala que el 61% de las y los venezolanos se va a dormir con hambre por las noches.

Una mujer llora durante el funeral de su marido, Keiber Cubero (25 años). Padre de una niña, Keiber salió una noche junto con otros dos compañeros a robar comida en un restaurante, pero fueron interceptados y abatidos a tiros por la policía

Una mujer llora durante el funeral de su marido, Keiber Cubero (25 años). Padre de una niña, Keiber salió una noche junto con otros dos compañeros a robar comida en un restaurante, pero fueron interceptados y abatidos a tiros por la policía / Ignacio Marín

Cuando Marín acudió en mayo de 2018 a Venezuela estaba grabando un documental y le llamó la atención que mucha gente les decía que tenían familiares o amigos “que estaban presos o los habían matado por haber salido a robar algo”. Lo contaban abiertamente y sin ningún pudor, se sorprende Marín, pero entonces “esa madre te cuenta que tiene leucemia y que se va a morir pero que no tiene acceso a las medicinas, empiezas a entender por qué esa asimilación del crimen”. Es el caso de Keiber Cubero, de 25 años y padre de una niña, que fue asesinado por la policía cuando atracaba un restaurante junto a otros compañeros. Cubero no pretendía robar dinero, sino comida de las neveras. Marín ha podido constatar que la gente “ya no sale a robar joyerías, tiendas de lujo o carros, la gente va a robar a los restaurantes, lo que está dentro de las neveras, no la caja registradora, porque comprar un kilo de pollo en ese momento costaba cuatro millones de bolívares”.

Un adolescente, miembro de una banda de secuestradores, vigila a través de la ventana. Con tan solo 15 años, se unió, según cuenta, para poder apoyar económicamente a su familia

Un adolescente, miembro de una banda de secuestradores, vigila a través de la ventana. Con tan solo 15 años, se unió, según cuenta, para poder apoyar económicamente a su familia / Ignacio Marín

El 48% de los hogares venezolanos están sumidos en la pobreza, según el informe de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2018. Otro reflejo del aumento de la criminalidad en Venezuela a raíz de la escasez y la crisis económica es el crecimiento de la captación de niños para la delincuencia, ya que muchas veces encuentran en ello una oportunidad de conseguir alimentos o dinero. Así lo ilustra una de las fotografías del trabajo de Marín que muestra a un adolescente, miembro de una banda de secuestradores que con tan solo 15 años se unió para poder apoyar económicamente a su familia.

Las cárceles no se libran del hambre. La foto que más ha impactado a Marín de la serie que ha realizado es la de decenas de manos asomando entre los barrotes del calabozo de una comisaría de policía suplicando por comida y agua. Marín asegura que no se trata de una cárcel, es un “calabozo en el que la gente debería estar un máximo de 48 horas hasta que pasen a disposición judicial”, sin embargo, “en ese calabozo había gente que llevaba dos años porque el retraso judicial la burocracia del sistema de prisiones ha colapsado ya de tal manera que a la gente ya la tienen hacinada en los calabozos porque la policía no sabe qué hacer”.

Presos suplican por comida y agua en sus celdas en una estación de policía en Caracas

Presos suplican por comida y agua en sus celdas en una estación de policía en Caracas / Ignacio Marín

La mayoría de esos presos fueron detenidos por robar, sobre todo motos, porque los recambios son difíciles de conseguir en Venezuela. Ellos contaban que “tenían un trabajo y una vida humilde normal, pero desde los últimos años ha sido imposible conseguir comida y salen a robar”. Marín asegura que les pillan fácilmente porque no suelen tener experiencia en la delincuencia.

Lo mismo le ocurrió a la familia de la fotografía de esta mujer embarazada cuidando de su bebé. Ambos padres trabajaban y tenían una vida humilde, sin lujos, pero se mantenían en su propia casa, “pero llega un momento en el que fue imposible conseguir comida y el padre que salió a la calle desesperado una noche a ver qué podía robar le ocurrió lo mismo, le pillaron en el segundo intento. Está cumpliendo condena y ella embarazada”, relata Marín.

Roxana Gutiérrez (19 años) cuida de su hijo en su casa en un barrio humilde de Caracas. Ella y su esposo, Carlos (20 años), tenían trabajos estables, pero el desabastecimiento llevó a Carlos a salir una noche a robar motocicletas. Fue detenido por la policía y hoy se encuentra cumpliendo condena

Roxana Gutiérrez (19 años) cuida de su hijo en su casa en un barrio humilde de Caracas. Ella y su esposo, Carlos (20 años), tenían trabajos estables, pero el desabastecimiento llevó a Carlos a salir una noche a robar motocicletas. Fue detenido por la policía y hoy se encuentra cumpliendo condena / Ignacio Marín

Entre enero y octubre de 2018, 1.200 personas fueron asesinadas en Caracas, la segunda ciudad más violenta del mundo. El 95% de los homicidios en Venezuela quedan impunes.

El trabajo tampoco está siendo sencillo para los periodistas desplazados en el país. Tres corresponsales de la Agencia EFE fueron detenidos y luego liberados esta semana. Marín confiesa que “el miedo es constante” cuando trabaja allí, “siempre preocupado y mirando por encima del hombro”, hay que tener mucho cuidado. En Venezuela “hay muchas historias y la gente colabora, pero los servicios de inteligencia patrullan la ciudad con metralletas”, lamenta. Existen zonas en las que el fotógrafo no se atreve a trabajar, entre ellas “un edificio conocido como el helicoide, que es donde torturan a todos los presos políticos”, asegura. Y el centro de la ciudad es también “complicado” porque está muy custodiado por la policía para evitar que se hagan fotos.

 
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