La emotiva historia de 'Kitbull': el último corto de Pixar en favor de la amistad
Disney publica el tercer corto de su programa Sparkshorts
Madrid
Primero fue Purl, más tarde Smash and Grab y ahora llega el turno de Kitbull. Un cortometraje, el tercero del programa Sparkshorts, mediante el que Pixar pretende descubrir nuevos creadores y nuevas técnicas de narración en el campo de la animación. Todo ello a través de historias de distintas temáticas, publicadas de forma gratuita a través de YouTube, mediante el que la compañía trabaja en la Pixar del futuro.
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En esta ocasión, este cortometraje dirigido por Rosana Sullivan y producido por Kathryn Hendrickson se centra en la historia de un gato callejero. Un felino desconfiado, que no se fía de los humanos ni del resto del reino animal, al que le gusta vivir en soledad. Un gato que, por causas del destino, acaba conociendo a un pitbull con el que no hará muy buenas migas.
La relación entre el gato y el perro
A pesar de que el perro intenta jugar con él en varias ocasiones, el gato se asusta tanto por la apariencia como por los ladridos del can. Por esa misma razón, siempre acaba huyendo hasta una caja a la que considera su hogar. Una caja en la que el pequeño felino de ojos saltones habita junto a un elefante de peluche. No obstante, al ver que el perro está atado a una cadena de metal, decide entablar una relación con él.
Todo ello gracias al tapón de una botella, que sirve para que ambos mamíferos comiencen a jugar entre ellos. Sin embargo, cuando parece que el perro y el gato se han hecho amigos, el can arranca con sus dientes la cabeza a un oso de peluche en cuestión de segundos. Algo que asusta al gato, quien vuelve a confiar del pitbull.
Superando sus miedos
Días más tarde, cuando el gato vuelve a ver al perro, este cojea y muestra un gran número de heridas provocadas por su dueño. A pesar de que el perro se acerca hasta la posición del gato para jugar con él y liberarle de unas anillas de plástico en la que había quedado atrapado, el felino decide atacarle por miedo. Algo que el perro no entiende, por lo que decide volver cabizbajo a su caseta.
Después de ver que el perro no se mueve de su caseta, el gato decide adentrarse en la misma para comprobar si está bien. A pesar de los gruñidos iniciales que indican que el perro no está para juegos, el gato decide enfrentarse a sus miedos y se acuesta junto al animal. De esta manera, ambos desarrollan un vínculo que lleva al perro y al gato a escapar de la vivienda del maltratador y comenzar una nueva vida juntos. Todo ello gracias a una familia que decide acoger tanto al perro como al gato.
David Justo
(Astrabudua, 1991) Periodista especializado en tecnología y buscador de historias virales e inverosímiles...