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un mal día lo tiene cualquiera

O te retractas o vas a la hoguera

El 26 de febrero de 1616 Galileo recibió un ultimátum para desistir de creerse sus propios descubrimientos

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Una de las cosas que más frustración me generaban en la infancia era lo de tener que pedir perdón por algo que sabía que no había hecho. Claro que era una buena preparación para el mundo laboral, en el que a menudo ves como es tumbada una idea buena para dar prioridad a una peor que ha tenido el jefe.

Para todos los que han sufrido o están sufriendo agravios parecidos no hay mejor referente que nuestro protagonista de hoy: Galileo Galilei. Porque tal día como hoy, un 26 de febrero de 1616, Galileo recibió unas instrucciones muy precisas de la Inquisición romana. Después de llevar años investigando los planetas que rodean a la Tierra, Galileo había llegado a una conclusión que no sería muy popular.

Hasta ese momento, se creía que nuestro planeta era el centro de la creación divina, igual que el hombre era la culminación de esa semanita que pasó Dios poniendo seres vivos en nuestro mundo. Pero Galileo Galilei les dijo que esto no era así, que la Tierra era solo uno de los planetas que orbitaba alrededor del Sol.

Esto no gustó nada de nada a la Iglesia y en particular a la Inquisición, que era la encargada de vigilar que nadie cayera en ningún tipo de herejía. Así que el 26 de febrero, Galileo recibió unas instrucciones muy claras: debía dejar de creerse su propio descubrimiento, no lo tenía que comentar ni publicar y tenía que olvidarse en general de todo el asunto. Galileo no tuvo más remedio que hacer caso, porque la alternativa no era una pequeña multa: de persistir en su herejía, sería condenado a una pena más severa, probablemente incompatible con la vida.

La historia tiene un final relativamente feliz, porque, en 1992, la iglesia acabó admitiendo públicamente que Galileo tenía razón. Mejor tarde que nunca, supongo.

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