La VentanaLa opinión de Carles Francino
Opinión
La opinión de Carles Francino

Los ojos de la justicia

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Madrid

El mantra más repetido desde que comenzó –incluso desde antes que comenzara- el juicio del “procés” es que ahora ha llegado el tiempo de la justicia; que lo que se ventila no son ideas ni opiniones sino hechos. Y que en función de esos hechos el tribunal decidirá si hay o no delitos, cuántos y en qué condición. Esa es la teoría, y está muy bien sobre el papel, pero resulta muy complicado –sobre todo hoy- abstraerse del contexto, de las coordenadas políticas que coinciden con este juicio.

Y lo que ya resulta directamente imposible es no lamentar –aunque ya no sirva de nada- no lamentar el fracaso absoluto de la política –o de algunos políticos- que durante tres, cuatro, cinco, seis años, asistieron al crecimiento de este lío que tenemos entre manos, hasta pasar la pelota a los tribunales por pura incompetencia suya.

Unos por aventureros, por oportunistas, por aprendices de brujo, incapaces de calcular las consecuencias de su desafío; y demasiados ensoberbecidos para aceptar que les faltaba mucha masa crítica entre los propios catalanes para plantear ese órdago. Y otros, desde el gobierno español, aparentemente paralizados por la magnitud del envite, primero incapaces de conseguir abrir nuevas vías de diálogo, no valorando –al menos es lo que pareció- la gravedad del problema y aplicando después la fuerza tarde y mal en aquella infausta jornada del uno de octubre de 2017.

Y conste que esto que acabo de hacer no es un relato de la equidistancia, es una descripción de lo que ocurrió. Esta tarde escucharemos a Mariano Rajoy en calidad de testigo; esta mañana hemos escuchado –entre otros- a Artur Más. Ellos eran los presidentes en aquel ya lejano septiembre de 2012, cuando salieron de una reunión sin ningún acuerdo. Más decidió subirse al monte; Rajoy pensó que ya bajaría, pero no lo hizo. O no le dejaron. Y así estamos hoy.

Sólo espero –y deseo- que la justicia tenga un pelín más de acierto en sus decisiones; que no será fácil, ¿eh? Porque el ambiente está suficientemente contaminado como para enredarlo todo. Pero si al menos podemos salvar, aunque sea por los pelos, el prestigio de esta institución, yo personalmente ya me daría por satisfecho. Así que vuelvo al principio: se están juzgando hechos. A los que tratan de disimular, de camuflar esos hechos, creo que se les ve venir. Y a los que optan por exagerarlos, por sobreactuar, también. Recemos porque el tribunal esté bien de la vista. Yo confío en que sí.

 
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