El observador que no se sabía los colores de los uniformes

Aquí en este juicio del procés, como se ha llamado a declarar a 500 testigos, acude de todo. Todas las muestras mejores y peores de la condición humana. Hay testigos que narran bien un episodio. Y que se equivocan o trampean en otros, según sean sus pasiones, aficiones o amistades. Ser juez debe ser terrible, porque exige saber separar el grano de la paja, entre los del grano y los de la paja. Y aún peor: entre aquellos que acarrean un poco de cada cosa.

Por ejemplo, el digamos observador internacional jubilado Felix von Grunberg, ex diputado alemán, llamado por las defensas. Se confesó “profundamente conmovido” por la voluntad y determinación de mucha gente de votar en el referéndum ilegal del 1-O . El no vio organización, sino solo espontaneísmo. Y que “las propias urnas eran llevadas a los centros por ciudadanos”. Pero claro, sin organización que las compre y distribuya no puede haber generación espontánea de reparto los colegios electorales.

Así que tras la jornada 23 del juicio, la de ayer, persiste el misterio de las urnas. Y a lo que se va viendo tampoco aquí lo aclararemos. Un juicio puede aclarar muchas cosas, conductas, bondades y maldades, pero no todas. Tampoco se le puede pedir todo, lo que no le pedimos ni a los servicios de espionaje –perdón, inteligencia—del Estado.

Este don Félix era un poco ingenuo. Compró y vendió todo, enteramente, el relato oficial de los “indepes” según el cual los cuerpos policiales del Estado fueron “violentos y agresivos” y los manifestantes siempre benéficos, bondadosos y pacíficos. Igual. Pero se le escapó un detalle: tuvo que reconocer que no era “experto” en “los colores de los cuerpos de policía españoles”. Entonces, ¿cómo pudo saber quién hizo qué? Ahí, el generoso observador alemán vino a reconocer que no sabía observar algunas cosas importantes de las que sucedían. La vida tiene estas cosas.