El día que un nazi recibió su merecido
Diga lo que diga Hollywood, en la vida real pocas veces tienes la satisfacción de ver ganar a los buenos. De hecho, muchas veces cuesta incluso distinguir quienes son los buenos, aunque lo que cuesta menos es identificar a los malos
España
La vida raramente premia a los que lo merecen, pero no se puede negar que a veces también castiga a los malvados. Y eso, amigos, son momentos para saborear, aunque no reparen el mal que han hecho anteriormente.
El día que un nazi recibió su merecido
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El 11 de abril de 1961 el que tuvo un mal día fue uno de esos seres con los que te da vergüenza compartir especie: Adolf Eichmann. Eichmann, un devoto seguidor de otro Adolf, fue uno de los jerarcas nazis encargados de coordinar “la Solución Final”, el plan de exterminio sistemático de la población judía que Hitler puso en marcha durante la Segunda Guerra Mundial. Después de la derrota de su país, Eichmann había huido a Argentina, un país que era bastante nazi-friendly, por decirlo de alguna manera. Allí vivió felizmente hasta que fue detectado y cazado por el servicio secreto israelí, que lo secuestró y se lo llevó a Israel. Y allí es donde se encontraba el 11 de abril de 1961: ante un tribunal judío que iba a juzgarlo por los crímenes que había cometido 20 años antes; un escenario que Eichmann seguro que no había contemplado. Durante el juicio, intentó evocar la compasión que él mismo nunca sintió, alegando ser un simple burócrata que seguía órdenes, y asegurando que lo poco que había visto del Holocausto le había horrorizado. Por desgracia para él, las pruebas en su contra decían que había sido un exterminador entusiasta, siempre dispuesto a encontrar maneras de llevar a más judíos a la muerte en los campos de concentración. Así lo vio también el tribunal, que lo sentenció a muerte. El 31 de mayo fue ahorcado y sus cenizas tiradas al mar.
Así que si este 11 de abril no te resulta muy satisfactorio, piensa que al menos hay un aniversario digno de celebración.