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El cunnilingus de 20 minutos que ha ruborizado a Cannes

El director de 'La vida de Adèle', Abdellatif Kechiche, sorprende en el Festival de Cannes con 'Mektoub My Love: intermezzo', una película que se recrea en los cuerpos de las mujeres en plena era del Me Too

CEDIDA

Cannes

La polémica llegó al Festival de Cannes el último día. Abdelatif Kechiche, el director francés de La Vida de Adèle, que ganó la Palma de Oro en 2013 ha vuelto a generar divisiones en el certamen. Kechiche, que vendió aquel premio para poder pagarse esta película, presenta la segunda parte de una trilogía que mezcla elementos autobiográficos con la ficción y sexo y cuerpos semidesnudos en Mektoub, my love: intermezzo

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Ya con La vida de Adèle, la historia de amor entre dos chicas adolescentes, tuvo sus detractores por una escena de sexo extremadamente detallada. Además, las dos actrices protagonistas, Lea Sedoux y Adèle Exarchopoulos, cuestionaron la manera de trabajar del director que les hizo repetir hasta la extenuación esa y otras escenas más anodinas, como comerse un plato de espaguetis. Por cierto, los tres han coincidido en este certamen porque sus películas, casualmente, están programadas el mismo día, cosas de Cannes.

Ahora el director se venga con tres horas y cuarenta minutos de cuerpos femeninos sin cesar, mujeres adolescentes bañándose en la playa o bailando en una discoteca, donde trascurre casi todo el filme. Kechiche cuenta la historia del verano de 1994 en Sète, un pueblo de la costa azul francesa, la misma que baña la ciudad de Cannes. A ese mismo pueblo llegó él junto a sus padres de Túnez.

Son sus recuerdos, idealizados, de un despertar sexual, donde no hay crisis económica, no hay paro, los jóvenes tienen fe en el futuro y debaten sobre si acostarse o no con muchos o con pocos hombres. La película comienza en la playa y termina en una discoteca, en la que ocurre la escena del cunnilingus. Un rumor que ha estado presente todo el festival y que era cierto. Veinte minutos de sexo oral con la cámara sin parar de filmar primeros planos. Una escena que ya no escandaliza en un festival donde Gaspar Noé siempre ha desatado las críticas por mostrar, primero una violación a tiempo real en Irreversible, después sexo en 3D en Love.

La primera parte de este tríptico la vimos hace dos años en el Festival de Venecia, ya que no pudo venir a Cannes por un problema de contrato con los productores. En 2017 ya empezaba el auge del movimiento feminista y su película trataba con exceso escenas sexuales y cuerpos de mujeres, aunque en aquella ocasión los hombres también se desnudaban. En la segunda parte, ya con el Me Too consolidado y con el debate sobre cómo tratar los cuerpos femeninos en el cine, Kechiche se centra en las mujeres y coloca la cámara siempre al lado de las caderas y los culos, mientras ellas bailan en la barra, en la pista de baile.

Decía la teórica feminista Laura Mulvey que todo el cine tenía una mirada escópica, es decir, que la cámara actuaba como si fueran los ojos de un hombre mirando el cuerpo de una mujer como objeto de deseo, un placer en el mirar acrecentado por la oscuridad de la sala de cine y la dirección de la mirada. Es de lo que se acusa a esta película, de mirar a los cuerpos de manera lasciva. Lo hace, pero no es la única. De hecho, Mulvey analizaba el cine de Hitchcock y de Von Sternberg en una teoría aplicable a muchas películas y series de Hollywood a las que nunca se les afea la objetivización de la mujer.

Kechiche, siempre se ha defendido de las críticas sobre su voyeurismo alegando que sus mujeres son liberadas y empoderas y que no ve machismo en sus películas. ¿Tiene razón? ¿Es un empoderamiento? ¿Hay mirada voyeur aunque el realizador no lo reconozca? ¿Usan su cuerpo estas mujeres como una muestra de poder y subvesión? ¿Son solo objeto de deseo?

El sexo no es el mayor problema de esta película, sino un tono de levedad excesivo. Si tiene una cosa interesante es que son mujeres árabes y una chica parisina, con chicos árabes bailando, sin que nadie las moleste, donde todo es consentido, desde los bailes sensuales, los besos y el sexo. Todos tienen un futuro por delante, leen, ríen, comen fruta, beben. No hay un solo gesto de racismo ni de reproche. Y disfrutan y reflexionan sobre su libertad sexual. Ese retrato de los años noventa dista mucho de ser la realidad en la Francia de hoy para estas chicas y chicos, a juzgar por muchas de las películas que hemos visto aquí. Hay algo de melancolía al ver que los hermanos pequeños de estos chicos probablemente sufran los problemas que ha retratado Ladj Ly en Les Miserables, o Ken Loach en Sorry we miss you o Mati Diop en Atlantique.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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